Orlando Cano Vallejo | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Julio de 2015

MIRADOR

Francisco

Vamos mal y podríamos ir peor por cuenta de oídos sordos y corazones apagados. No vemos lo que árboles de indiferencia tapan y en bosque de multitudes; hambre, miseria, exclusión y humillación florecen y crecen como hierba mala.

La presencia del papa Francisco en Ecuador y Bolivia es conmovedora, reveladora y redentora. Le cantó la tabla a quienes someten dignidad humana y echó cantaleta a depredadores de la madre tierra. Sin embargo, ¿quién o cuántos lo escuchan y siguen? ¿Quiénes le siguen, profesan y aplican? ¿Qué tanto pegó su peregrinación y lenguaje social, político y bíblico? ¿Qué tantas primeras páginas en diarios nacionales, regionales y del mundo? ¿Cuántos consejos de redacción sobre su encíclica? ¿Cuántos periodistas, reporteros, editores y directores a la caza de sus mensajes humanos, crudos y reveladores?

Lo dijo el Pontífice en tierras del sur: “Un pobre que muere de frío y hambre hoy no es noticia, pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos se arma el gran escándalo mundial”.

“Cuando nosotros pedimos el respeto al agua, a las montañas, a los páramos, resulta que somos los ecologistas infantiles, los tirapiedras”, sentenció el Papa, en coloquio de frases suyas que publicó el viernes pasado El Nuevo Siglo.

Llegar a América Latina y caminar dos naciones sufridas, necesitadas, con miles de familias queriendo salir, abatidas por la pobreza extrema y desatención del Estado, puso dedos en las llagas de más abiertas heridas del continente.

Para Francisco, “la Iglesia no es una madre que reclama ni una suegra que se solaza con los errores”. Es más que eso. El Pontífice nos recordó el don de compartir, servir, perdonar, unirnos en la adversidad y dialogar para la paz.

La interpretación de sus frases cargadas de realismo y actualidad es que no debemos dejar la suerte del mundo solo a plegarias, al Salvador, al Dios de todos. Actuemos, abracemos la fraternidad, la solidaridad y practiquemos la justicia social, compartamos la riqueza, democraticemos la propiedad, dejemos que todos jueguen y todos ganen alguna vez.

El mensaje papal es crítico contra quienes profesan la exclusión, atacan el medio ambiente, contaminan ríos y destruyen bosques. También contra el hambre de niños y ancianos, las precarias condiciones sanitarias de millones de personas en los campos, restricciones para acceder a alimentos, a un techo digno, a un empleo estable y remunerado, a la salud, a la educación y al libre desarrollo de la personalidad.

Francisco es el amigo de todos, sin orgullos ni vanidades, sin palabras rebuscadas y un lenguaje que nos toca. Apóstol de equidad social, dignidad de la mujer sometida, atropellada y maltratada por el hombre, por la sociedad y por el capital arrogante de quienes teniendo tanto comparten poco o nada.