Escribí, anterior comentario, justo reconocimiento, sobre los “75 años de testimonio” del Cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez, al cumplir esos años de Sacerdocio. Hoy, impulsado por similar deuda de gratitud, ejemplo para la presente y futuras generaciones, estimo, como contribución a crear ejemplar práctica de virtudes, destacar la egregia y edificante personalidad del Arzobispo, Siervo de Dios, Ismael Perdomo Borrero.
Su causa de beatificación se ha venido impulsando de la Curia de Bogotá con abundantes testimonios de sus virtudes, y con erudito trabajo de los Padres Jesuitas Eduardo Cárdenas y Alberto Gutiérrez. En estos días se ha difundido pequeña publicación que condensa ese amplio y bien documentado estudio. Con base, especialmente, en él, paso a destacar detalles sobre esa edificante vida con invitación a orar por su exaltación a los altares.
Mons. Perdomo nació en El Gigante (H), el 22-02-1872, primogénito de 8 hermanos en el modesto hogar del educador Gabriel Perdomo y la piadosa dama Francisca Borrero. Estudió secundaria en el Colegio Santa Librada de Neiva, siendo su orientador espiritual el Párroco de la ciudad Padre Leonidas Medina, posteriormente Obispo de Socorro y S. Gil (Sant.). Comentaba, más tarde, Mons. Perdomo, cómo influyó en su vocación e inclinación hacia las cosas de Dios las buenas lecciones de Religión del Colegio, en especial la debida presentación de los Sacramentos, entre ellos la del Orden Sacerdotal. Un buen hogar, un colegio en el que se habla con claridad y aprecio de los valores espirituales, fueron el incremento para que fuera creciendo su eximia personalidad.
A los 17 años (1889) ingresaba al Seminario de Bogotá, en donde adelantó estudios de Filosofía y Teología, con brillantes resultados académicos. Por esos años (1895), se creaba la Diócesis del Tolima, con el dinámico y fervorosos Pastor Mons. Esteban Rojas Tobar, quien, preocupado por tener excelentes sacerdotes, encontró al destacado seminarista Ismael Perdomo, en Bogotá, y, pronto pensó en que fuera a culminar su preparación a Roma, en la Gregoriana. El 19-12-96 recibió la Ordenación Sacerdotal, y fue un año a París a La Solitude de S. Sulpicio.
Regresado a Colombia, febrero de 1898, colaboró al Sr. Obispo Rojas en pequeñas Parroquias, en el naciente Seminario de la Diócesis y en la Cancillería diocesana, hasta enero de 1903, cuando fue precanonizado Obispo para la Diócesis de Ibagué. Era la difícil época de la “guerra de los mil días” en Colombia. Fue consagrado Obispo en Roma (13-06-03). La Diócesis del Tolima había sido dividida en dos, Ibagué y Garzón, el 20-05-900, quedando bajo el gobierno, las dos, de Mons. Rojas hasta la posesión de Ibagué por Mons. Perdomo en Honda (26-08-03). En Ibagué asumió en medio de penuria de dotación y dentro de la secuela de la hostilidad contra el Clero por la guerra que apenas terminaba. Pero allí se abrió paso el joven Prelado en el servicio a Dios y a su feligresía.
En Ibagué, inicio, pronto, Mons. Perdomo, la fundación del Seminario de San Joaquín. Tuvo atención especial por un Clero de gran testimonio y servicio a las almas, por la juventud, por la Catequesis, y por la labor social a favor de los más necesitados, y presencia en los más remotos lugares de la Diócesis. Basó su ministerio en fervorosa devoción a la Sagrada Eucaristía y a la Virgen María, que combinaba con su tenaz labor, pero también con sana recreación y descanso para tomar fuerzas para proseguir la marcha. Visitó varias veces todos los lugares de su extensa Diócesis, de todo el Tolima y parte de Caldas. Su apostolado social fue extraordinario, por lo cual fue calificado de “precursor de las obras sociales en Colombia”, ésto fruto de estar impregnado de la Encíclica “Rerum Novarum”, de León XIII, promulgada cuando era estudiante en Roma. (Continuará).
*Obispo Emérito de Garzón