Otro gran testimonio de virtud (III) | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Febrero de 2017

Enseguida de la muerte del Sr. Arzobispo Herrera, que ejercía gran influjo político en el país, se complicó esta situación por la profunda división del Partido Conservador, y pérdida de la Presidencia que venía ejerciendo desde 45 años atrás. En esos avatares se le pidió a Mons. Perdomo mediar, lo cual hizo creyendo prestar un indispensable servicio a la religión y a la Patria, y, últimamente, en obediencia a instrucciones, prácticamente órdenes, de la Santa Sede, con resultados negativos.

Esa circunstancia lo distanció del afecto de los conservadores, aunque fue el incumplimiento de éstos a aceptar el resultado de su mediación, y de parte de los liberales, en el poder, cuyos principios habían sido repudiados por el Arzobispo cuando era Obispo de Ibagué, en Circular de 15-10-1913. En ese destacable documento respondía,  punto por punto, escrito del General Rafael Uribe, titulado: “De cómo el liberalismo colombiano no es pecado”. Además, se daban de parte de dirigentes de este partido, actuaciones en algunos aspectos opuestos a la fe católica, y persecución a Sacerdotes que fielmente defendían los derechos de la Iglesia.

Sobre las anteriores situaciones los biógrafos de Mons. Perdomo dejan en claro la rectitud de intención con que actuó, su extrema fidelidad a las directivas que le vinieran desde Roma, y su perdón de las injurias que recibiera. Es de destacar, de ese momento, la actitud patriótica del Arzobispo con ocasión del conflicto entre Colombia y el Perú (iniciado 23-09-32), con mensaje sereno en el que rechazaba el estilo de asalto y probaciones hechas por el país del Sur. Felicitaba al pueblo colombiano por su “explosión de amor patrio” ante la agresión recibida.

De los años subsiguientes, es de destacar la enérgica voz del Primado Perdomo de  rechazo a la violencia, tolerada por autoridades gobernantes a partir de 1930 contra sus adversarios políticos, señalando actos violentos, totalmente anticristianos, reclamando justicia y nada de impunidad. Sobre ese clima de violencia, unido a todo el Episcopado del País, escribió el Arzobispo Primado, en 1935, severa carta Pastoral, con dolido rechazo a tantos actos violentos que  se seguían dando. Manifestó: “callar seria faltar a nuestro deber de Pastores, que aman y protegen sus ovejas”.

Al lado de esas circunstancias, que en parte distraían la directa acción pastoral, preparó y realizó el Arzobispo Perdomo Sínodo Diocesano (1931), en el que tomaron parte 90 Sacerdotes. Se adelantó el trabajo y conclusiones según las 8 partes de Código de Derecho Canónico de 1914, con temas como el de Clérigos, Sacramentos, Magisterio Eclesiástico, con 925 numerales. Se trataron aspectos jurídicos y disciplinarios, pero, también, múltiples aspectos pastorales así como devoción eucarística y mariana. Todo, para atender, debidamente, “la gran obra que el Señor nos ha encomendado”. Por motivo de salud presentó Mons. Perdomo renuncia a su cargo de Arzobispo, pero la respuesta del Papa fue  darle, por unos años, como Arzobispo Coadjutor a Mons. Juan Manuel González Arbeláez y varios Obispos Auxiliares.

Gran preocupación de Mons. Perdomo fue dotar a la Arquidiócesis de un buen Seminario, que comenzó a gestionar desde 1939, construcción que realizo en el Chicó, con inauguración el 18-12-46. Se preocupó, también, grandemente, por los Sacerdotes enfermos y ancianos, con creación de Caja de Auxilios para el Clero. Inquietó al Primado Perdomo la educación popular, por lo que presionó a las autoridades crear escuelas gratuitas de Primaria, especialmente en los campos. Para toda la educación, y como deber de padres de familias y Párrocos, insistía, el Arzobispo, en oportuna y bien delineada Catequesis, como medio de tener en todas las esferas cultura religiosa que frenara los múltiples crímenes en la población (Continuará).

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com