Otro gran testimonio de virtud (IV) | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Febrero de 2017

Momento de especial tensión religioso-política hubo en el país con motivo del propósito de reforma el Concordato entre Colombia y la Santa Sede, pactado en 1887, ahora con largas conversaciones entre los años 1942 y 1944.  Estuvieron al frente de ese empeño, como representantes del Papa Pío XII y del presidente Alfonso López Pumarejo el Card. Secretario de Estado Luigi Maglione y el Embajador Darío Echandia. Se firmó texto de ese pacto internacional el 22-04-42, con inmediata presentación ante el Congreso de la República. 

Hubo respaldo de parte del Arzobispo Primado y de algunos Obispos, como solidaridad solicitada por la Santa Sede, lo mismo que del liberalismo, en el poder, pero, de parte del Conservatismo, y de buena parte del Episcopado, hubo fuertes ataques. Concesiones que se hacían al Gobierno en nombramientos de Obispos, como juramento de fidelidad de éstos al Estado, apertura al matrimonio civil y al divorcio, algo no aceptado en el Concordato de 1887. A esos puntos había hecho objeciones Mons. Perdomo, cuando se elaboraba la reforma constitucional de 1936, pero ahora, por solidaridad con lo pactado en Roma, por obediencia, apoyó.

Duros fueron los debates en el Parlamente, con fuertes críticas al Nuncio Carlos Serena y al Arzobispo Perdomo por el apoyo al texto convenido en Roma. Ante estos ataques, ante amplio plebiscito en contra enviado a la Santa Sede, ante delegación episcopal que fue a exponer los motivos de oposición, aunque hubo aprobación de parte de la mayoría parlamentaria adicta al Gobierno, a lo cual se sumaron las circunstancias de la guerra mundial (1939-1945), no hubo “Canje de Ratificación”, y quedó sin vigencia la reforma. Así quedó  en pié el Concordato de 1887 hasta 1974, cuando se perfeccionó nuevo texto, con las debidas aprobaciones y ratificaciones. Mons. Perdomo soportó esta tormenta con serenidad, algo en lo cual obró, de nuevo, con humilde obediencia a la Santa Sede.

Vino, luego, otro hecho tormentoso, con brote de violencia y destrozos horrendos, el 9 de abril de 1948, en circunstancias tan conocidas, fruto de bien planeado ataque frontal del comunismo internacional contra la democracia colombiana, contra la Religión y como boicoteo a la Conferencia Panamericana que buscaba la defensa del Continente de totalitarismo soviético empeñado en imponerse en todo el mundo. El Arzobispo Perdomo, estaba, en ese momento, en su aposento en el Seminario, en el Chicó, librándose, así, del ataque destructor que incendió el Palacio Arzobispal. Honda pena trajeron al Prelado los horribles desmanes y crímenes de esa fecha, por el odio y lucha de clases suscitado por esa nefasta ideología. Ante todo lo cual  exclamo: Todo se ha perdido, menos la confianza en Dios”.  El resto de sus días, oraba intensamente a Dios y a María Santísima, y propiciaba todo impulso a la Evangelización, único camino que lleva a la paz y progreso de los pueblos. Gran serenidad de espíritu, celo apostólico, ilímite perdón, se reflejaron en él, dicen testigos de su íntimo vivir, de total a Dios”.

 

Inolvidables acentos del sentir del Siervo de Dios, Ismael Perdomo, quedaron en su alocución del 12 de abril de 1948,  cuatro días después de los hechos nefastos 9 y 10 de ese mes, de lo cual expresó que hablaba “con el corazón profundamente acongojado ante los extremos de perversidad y de locura, a donde vemos que ha sido llevado nuestro pueblo por obra de extrañas influencias destructoras, no solo de todo orden moral y religioso, sino, además, de todo ideal patriótico… contra todo lo que constituye nuestra cristianismo, civilización y cultura”.  Señaló, el Prelado, como impulsadoras de esas iniquidades “las nefandas teorías y procedimiento del comunismo ateo y materialista” (Continuará)      

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com