El 30-04-48 el Sr. Arzobispo Perdomo dio amplia Carta Pastoral que fue difundida por todo el país, en donde habló de “la huella de inmensas ruinas materiales y morales que han tenido nuestro corazón de padre en continua ansiedad”. Señalaba “las ideas de violencia contrarias a espíritu cristiano que predica el comunismo ateo en sus principios de lucha de clases y revolución social”. Invitó a concretos programas pastorales, con llamado a los pudientes a cumplir con sus deberes de justicia social, y, en general, a conocimiento y práctica de mensaje social cristiano como respuesta a la pobreza y diferencias sociales. Culminaba, con lo anterior, Mons. Perdomo, dura etapa que dejó hondas huellas en su corazón de padre y Pastor.
Vinieron los pasos de declino en salud, del Sr. Arzobispo, pues, en 1949, se reduce, a vivir en el Seminario, en el Chicó, más tranquilo, dando luces s sus Sacerdotes y fieles, en ambiente de recogimiento espiritual. Desde este último refugio, a principios de 1950, envió su última Carta Pastoral, en la que dejó precioso testamento espiritual. Invitó a todos sus fieles, Sacerdotes y laicos, a profundizar sobre lo que es, y la manera de practicar, “la vida interior”. Hizo eco al Papa Pio XII en su llamado a aprovechar en esa fundamental base de espiritualidad en ese Año Santo 1950, como convocatoria a “gran ejerció de santidad”, basada en “una vida de unión íntima de conversión a Dios”. Precisa que no ha de ser algo pasajero sino de todo momento, en trato y conversación con Dios, sin interrumpir los quehaceres diarios.
Edificante aspecto su testamento legal, en el cual hace profesión de fe, de adhesión a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Con profunda humildad pide, perdón “de faltas, ya por omisión, ya por comisión en que haya incurrido”, implorada perdón de Dios y de sus diocesanos, declara no tener bienes raíces y sus libros los deja al Arzobispado de Bogotá. También, al recibir, el Arzobispo, el diagnóstico de su enfermedad final “cáncer en el hígado en fase terminal”, dio gracias a Dios, que, finalmente, lo llamaba, y a María Santísima que le preparaba su eterna morada. Testimonian quienes lo rodeaban “su admirable serenidad”. Juntó las manos en señal de sumisión, levantó los ojos y se puso a cantar con voz suave y gozosa uno de sus cantos preferidos a la Virgen”.
En el Seminario, fue atendido, con cuidado y, afecto, por religiosos de S. Juan de Dios, quienes dieron testimonio de que era “un hombre de Dios que vivía, totalmente, en el mundo sobrenatural… Sumido en oración, sin una queja, verdaderamente invadido de una esperanza viva para la gloria eterna”.
Murió, el Siervo de Dios, el 3 de junio de 1950, después de dos días de agonía. Sus despojos mortales estuvieron, en cámara ardiente en la Capilla del Seminario, de donde fueron trasladados a la Catedral, con multitud de fieles a rendirle devota despedida, hasta el lunes 5 cuando se celebró su solemne funeral con participación de buen número de obispos, sacerdotes, fieles y autoridades. Se le dio, sepultura, según su volunta previa, en la Capilla de la Inmaculada.
Mons. De Brigard vivió 23 años, al lado de Mons. Perdomo como Obispo Auxiliar, este fiel amigo y compañero de labor presidio su funeral. Dio, luego, sentida declaración sobre él haciendo resaltar su sencillez y bondad, su gran caridad, en especial hacia los pobres, su incansable deseo de hacer el bien. En 1962 se inició su proceso de Beatificación en la Curia Arzobispal de Bogotá, en donde se han dado numerosos testimonios sobre sus virtudes, señaladas como “eximias”, que en el lenguaje procesal canónico se consideran “heroicas”. Gran aprecio por su personalidad y virtudes, queda en la memoria. Que se acuda a su celeste intercesión, y se ore por su beatificación, es llamado que nos queda, implorando el bien de este su amada Colombia.
*Obispo Emérito de Garzón
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