Mientras el país centra atención a los migrantes venezolanos, parecería que por momentos, se olvida el intensificar protección, hacia el interior del país y en particular a la capital, a la que han llegado grupos de comunidades originarias de Cauca y Chocó.
La movilización se intensificó en segundo semestre del año pasado año tras choques entre bandas de narcotráfico y de minería ilegal; ahora el desplazamiento se registra en medio de invierno y desbordamiento de ríos y quebradas en la región occidental.
La emergencia está en la destrucción provocada por la sismicidad, que afectó a Istmina- Chocó, uno de los más densamente poblados y, no pocas veces olvidado en el país.
Las comunidades buscan entre otras rutas, salidas desde Bagadó, para llegar en primera escala a Belén de Umbría, municipalidad de Risaralda, donde siempre resisten a marginados, por violencia, tragedias invernales y fenómenos naturales.
Todo parece indicar que esta es la vía que siguen al norte del Valle del Cauca, Quindio y Tolima. La Defensoría del Pueblo, con meritoria labor reconocida por la ciudadanía caucana, precisó desde 2018, desalojo de 386 familias y 1.153 personas.
Integrantes de brigada médica - asistencial, desde municipios risaraldenses, dicen a esta columna, que es alto el desplazamiento de migrantes chocoanos, víctimas de la destrucción de sus viviendas y plantíos en Itsmina, que los ha obligado a salir del área regional.
La región con alturas, planicies y vías en mal estado, muchas veces impide el tránsito de equipos con atención de primeros auxilios, bajo temporada invernal con crudos efectos.
La Agencia de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur) ocupada en la atención a migrantes venezolanos, ha sido notificada sobre el episodio de migrantes indígenas y campesinos en Chocó. La ayuda se cumple en medio de ingentes esfuerzos en zonas rurales y urbanas.
El desplazamiento comunitario, busca sectores residenciales y comerciales, como los de la capital; Es evidente la movilización de grupos familiares, integrados por menores y adultos mayores con dificultades de salud. Se ubican en barrios del sur, por donde hacen su ingreso.
En estas circunstancias, el centro del país está obligado a mantener sus planes indefinidos de emergencia asistencial, ante variaciones climáticas, con devastadores resultados, en lugares con viviendas en pésimas condiciones.
No puede quedar al margen, el aumento e invasión de desplazados a distintas ciudades, toda vez, que lo hacen, quienes en medianas o malas condiciones económicas, recurren a áreas urbanas en aceptables condiciones.
Y no es despropósito, el plantear que toda capital de departamento o ciudad intermedia, tenga zonas humanitarias, únicamente, para situaciones de emergencia, dotadas con servicios básicos; Es otra forma de reparación social.
De lo contrario, el país sin tarea humanitaria soportará con estoicismo, más migraciones de tragedia en tragedia.