P. JESÚS ÁLVAREZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Octubre de 2012
 

Llamados a comunicar

 

 

 

En  aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer, se condenará. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas; tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con ellos y confirmaba su mensaje con los milagros que lo acompañaban. (Mc. 16,15-20).
La Ascensión nos garantiza que Jesús ha vencido todo lo que amenaza la vida humana: el dolor, el odio, la guerra, la muerte, que no son la última palabra sobre el hombre. Esos males desaparecerán total y súbitamente con la resurrección, para quienes pasan por la vida haciendo el bien, a imitación de Cristo.
“Subir al cielo” equivale al éxito total y final de la existencia; éxito que Jesús nos mereció también a nosotros con su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección; éxito que equivale a un salto inaudito en calidad de vida.
En el testamento de Jesús el día de su Ascensión, nos dejó una consigna inaplazable para todos sus discípulos de ayer, de hoy y de siempre: compartir, en unión con Él, su misión de evangelizar, al alcance de todos mediante la oración, el sufrimiento ofrecido, el ejemplo, la palabra, la acción y con todos los medios a nuestro alcance, como pueden ser también las redes sociales de Internet. Evangelizar a “todas las gentes” empieza por el hogar, el trabajo, el centro de estudios…
Por otra parte, estaba reservada a nuestros tiempos, a nosotros, la extraordinaria posibilidad de realizar al pie de la letra el mandato de Jesús: "Vayan por todo el mundo a predicar el evangelio".

Esos medios, que la Iglesia llama “admirables”, maravillosos, ofrecen a Cristo y a su mensaje nuevos púlpitos y templos, nuevos areópagos; nuevas y rapidísimas autopistas digitales que dan pies de luz al Maestro universal, que por ellas avanza a la velocidad de la luz por todo el orbe.
Jesús no se encarnó, trabajó, predicó, sufrió, murió y resucitó sólo para transmitirnos una doctrina o una moral, sino ante todo para enseñarnos una forma de vivir, de amar, de obrar y de morir, y para acompañarnos todos los días de nuestra vida en camino a la Casa de su Padre y de nuestro Padre.
Ésa es nuestra esperanza infalible fundada en la piedra angular y roca firme: Cristo resucitado. Esperanza de una “tierra nueva y un cielo nuevo”, donde reine la paz y la justicia, la verdad y la libertad, el amor, el deleite y la alegría con eterna novedad y eterna juventud. Allí no habrá más llanto ni dolor. ¡Comuniquemos esto!

Fuente Zenit.org