El Papa Francisco ha convocado una Jornada de oración y ayuno por la paz en Oriente Medio. Todo suma, pero hace falta mucho más. "La paz obtenida con la punta de la espada no es más que una tregua", escribió Proudhon.
La salvaje e inhumana incursión de Hamás en territorio israelí, el asesinato de cientos de personas, entre ellos bebés y niños apuñalados o decapitados y mujeres embarazadas abiertas en canal, la violación de mujeres, el secuestro de más de doscientos ciudadanos solo puede entenderse como una provocación para conseguir una respuesta aún más salvaje por parte de Israel que ya se está produciendo, pero que parece solo el principio. Los dirigentes de ese grupo terrorista, empujados y sostenidos por Irán, son tan culpables de lo que está pasando como el Gobierno de Israel. Sabían lo que hacían y lo que iba a pasar. Y lo hicieron.
Los miles de muertos, la emergencia humanitaria en Gaza, la destrucción de ciudades, el éxodo forzado de más de un millón de personas hacia ninguna parte, el miedo a morir de los que se quedan, el bombardeo arbitrario y deliberado de hospitales, iglesias y escuelas por parte de facciones terroristas para culpar a Israel y del Ejército de este país por error o no, son crímenes de guerra y deberían ser juzgados por la Corte Penal Internacional.
También deberían ser condenados de forma unánime por todos los Gobiernos y por todos los partidos. Excluir una parte del mal por razones ideológicas, ponerse del lado de una de las partes, defender lo que hacen unos y condenar lo que hacen los otros, sean quienes sean los unos y los otros, es una muestra de que las ideologías siguen predominando sobre la verdad y que el cinismo y el odio valen más que la sensatez y la humanidad.
No hay disculpa alguna para lo que está sucediendo a un lado y otro de la franja de Gaza. No hay inocentes entre los políticos y los que agitan el polvorín. Todos son culpables. Ellos no pagan. Pagan los ciudadanos, sean israelíes o palestinos, vivan en Gaza o en Israel. Pagan los inocentes. Y podemos pagar todos si, tras la respuesta israelí, el conflicto se extiende, como seguramente pretenden los que están en el origen del ataque de Hamás. Nadie está por encima del derecho humanitario. Nadie tiene derecho a condenar a millones de personas inocentes, hombres mujeres y niños, a pasar hambre, a vivir sin agua, sin luz, sin alimentos, sin medicinas, sin combustible, a morir sepultados entre los escombros, a vivir encerrados en un bunker, a ser "objetivos militares" de una u otra parte.
No podemos permitir que, como sucede también en el caso de la invasión rusa de Ucrania, casi dos años después, nadie haya sido capaz de parar este conflicto que suma miles de víctimas, destrucción absoluta de muchas ciudades, éxodo masivo de millones de ciudadanos que tienen derecho a vivir donde nacieron y ser libres. La invasión de otro país, la violación permanente de los derechos humanos, la retención de rehenes, las barreras para que llegue la ayuda humanitaria son también crímenes de guerra.
El odio sólo engendra odio. ¿Hasta dónde puede llegar? Estos conflictos parecen demostrarnos que no hay límites. La comunidad internacional, Naciones Unidas, la Unión Europea, los gobiernos democráticos, los países de la zona, Estados Unidos no pueden permitir que estas dos guerras sigan sin horizonte alguno de paz y que mueran miles de inocentes. Hay que pararlas. Es urgente un alto el fuego, la protección de los civiles, el respeto del orden internacional y buscar y ofrecer soluciones de justicia y solidaridad. Hay que exigir la paz y parar estas nuevas e inhumanas matanzas de inocentes.