Los vergonzosos trinos de Gustavo Petro, durante los recientes disturbios en Bogotá, muestran hasta qué punto este personaje tiene incrustado en su ser ese espíritu profundamente violento, incendiario, criminal, que tienen los guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes…En fin, todos los que han asesinado, secuestrado, puesto bombas, quemado y saqueado sin compasión a colombianos, por décadas.
Era fácil entender en sus trinos la satisfacción que Petro sentía con los incendios, saqueos y desmanes que estaban sucediendo en la capital y en otras ciudades del país. No se trataba de sentimientos de pena o furia, como los debidos, por la inaceptable muerte del ciudadano Javier Ordoñez a manos de unos policías. No, al contrario, se trataba de verdadero placer en contemplar el caos.
A Petro esa noche se le salió el guerrillero, el criminal que acuna en su mente. Seguramente se le aceleró el corazón pensando que Bogotá se había prendido. Que se estaba consumando su ansiada revolución y que, esa noche ¡caería el gobierno! Quizá el pueblo miraría hacia él para tomar el poder y no tendría que esperar dos años a medirse en las urnas. ¡Cuánta emoción debió sentir!
Petro dejó abundante muestra de su pensamiento violento en las redes sociales. Esa noche perdió su disfraz de oveja en frente de Colombia entera. Porque esos trinos quedaron grabados en nuestros celulares para siempre. Para verlos, repetirlos y compartirlos, cada vez que a alguien se le olvide quién es realmente el jefe la “Colombia Humana”, él que defiende la vida de los toros, pero no la de los ciudadanos amenazados por turbas incendiarias.
Era fácil entender a través de sus trinos hasta qué punto Petro se deleitaba con los incendios de los CAI. Era como presenciar el deleite de cualquier pirómano ante un incendio. Era vergonzoso verlo azuzar a sus seguidores para que se sumaran a los revoltosos. Provocar, incitar e instigar a las masas descontroladas; algo aprendido, con seguridad, de las cartillas comunistas. No importan las consecuencias, los destrozos, ni los muertos. Al contrario, entre más muertos mejor, más mártires para “la causa”. Hay que sacar partido de todo lo que ocurra. Hay que culpar al gobierno por cada crimen cometido en Colombia, por narcos o terroristas.
A Petro esa noche se le estaba cumpliendo su más grande deseo: había caos, tal como lo anunció al comienzo del gobierno de Iván Duque. Esa noche se empleó a fondo contra las instituciones. Leer sus trinos es como leer un alfabeto de mentiras e incitaciones.
La muerte del señor Ordoñez, o de cualquier ciudadano, a manos de la policía es inaceptable. Lo ocurrido debe ser seriamente esclarecido; igual, lo ocurrido a los 11 muertos durante los disturbios. ¿Quién disparó, atropelló, asesinó a cada uno de ellos? Había vándalos armados. Los vimos en los medios. ¿Quién promueve, organiza y se beneficia del vandalismo? “Blanco es gallina lo pone…”.
“El derecho a la protesta pacífica es esencial para cualquier democracia y comienza con el rechazo definitivo de cualquier acto de vandalismo y violencia destinado a generar miedo y desorden”. Con este comunicado del cuerpo diplomático de la Unión Europea estamos totalmente de acuerdo.
Al que azuce a los vándalos se le deben cobrar los destrozos, política y económicamente. Colombianos ¡menos odio y más civismo!