Gerenciar es la capacidad de utilizar y combinar, de manera eficiente, la mayor cantidad de recursos de una organización, entidad, empresa o un país y maximizar el beneficio del uso de esos recursos.
En un país democrático, el principal gerente es el Presidente de la República, quien debe escoger las mejores hojas de vida para que se hagan cargo de las entidades que ejecutan el presupuesto del país. Para eso se elige al mandatario. No sólo para que cumpla con promesas, sino de manera fundamental para que gerencie bien los recursos públicos, de los que son dueños los ciudadanos. Es simple, administrar con eficiencia.
Ejecutar el presupuesto de la nación es la tarea más importante. Hacerlo de manera equitativa, medida, responsable y sobre todo, transparente. En Colombia, para los que no lo sepan, hay 191 entidades del orden nacional (incluidos Congreso, Fuerzas Armadas, Ministerios) que ejecutan ese presupuesto. Semana a semana, se mide el nivel de ejecución de esas entidades en dos variables, los compromisos y los pagos. El primero es la capacidad de gestión y el segundo de ejecución. Al finalizar cada año, el ideal es que el presupuesto se haya ejecutado al 100%.
Hay una medición a nivel mundial que permite conocer qué tan eficiente es un país en términos de su capacidad de competencia con otras economías. El Índice de Competitividad Global, desarrollado por el Foro Económico Mundial, mide la capacidad de los gobiernos de proveer niveles de prosperidad a sus ciudadanos, hecho que depende de la forma como los recursos de un país son utilizados de manera productiva, de tal forma, que se pueda medir la acción de las instituciones políticas y de los factores económicos que permiten producir los niveles de prosperidad para los ciudadanos.
A Colombia no le fue bien en el ranquin del año 2017 ya que ocupó el puesto 66 entre 138 países (en los últimos ocho años no hemos logrado mejorar de posición), siendo Suiza, Estados Unidos, Singapur y Finlandia los países que año tras año, ocupan los diez primeros lugares.
En Colombia, de otra parte, el principal medidor de eficiencia de las entidades, y por supuesto de sus gerentes, es la calificación que realiza la Contraloría General de la Nación a través de las auditorías anuales que arrojan una calificación sencilla: Fenecer la cuenta de la entidad. Es decir, estar al día, tener los balances financieros en orden, un nivel de ejecución presupuestal cercano al 100%, orden contractual legal, cumplimiento de la normatividad en la contratación y un largo etcétera que en la evaluación determina si la cuenta fenece o no. Un buen gerente público se ocupa al llegar a una entidad de lograr ese fenecimiento. Y el gerente general del país, es decir el Presidente de la República, debería ocuparse de que las 191 entidades que ejecutan el presupuesto de la nación, en efecto fenezcan sus cuentas año tras año.
El Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial midió también, para el 2017, la “eficiencia del gasto público” en los 138 países evaluados y Colombia ocupó para esta variable el puesto 129. También midió la “malversación de fondos del gobierno” y el país ocupó el puesto 131. Para terminar en la variable “confianza pública en los políticos” ocupamos el puesto 134. Un panorama desalentador pero que confirma lo que ya se sabe.
El problema de una mala gerencia son los resultados que se traducen en los bajos niveles de prosperidad para los ciudadanos. Si las hojas de vida para administrar las entidades y sus presupuestos son elegidas por intereses políticos, la consecuencia es lógica: hay mala administración. Gerenciar rima de manera natural con administrar. El problema es cuando al gerenciar lo obligan a rimar, por las malas, con “politiquear”.