Yo soy amigo de la paz, aunque Roy Barreras me va a tachar de guerrerista. Pero no soy amigo de este proceso de paz, ni de la manera como nos lo han ido metiendo por las narices. En efecto, el Gobierno con la complicidad de un parlamento y unas cortes enmermeladas ha ido eliminando la democracia, que es un juego de pesos y contrapesos entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Por lo que hemos visto, los constituyentes de La Habana están concentrando todo en un ejecutivo de tipo chavista. Ya tenemos una economía despelotada donde un paro camionero dura 45 días y no pasa nada, vamos a llegar a una inflación de dos dígitos, y la agricultura y la salud claman porque saquen sin fletes a los incompetentes ministros. De manera que en un plazo más corto que largo vamos a tener el corredor humanitario de la frontera venezolana, pero al revés.
No me gusta que el Parlamento haya renunciado a sus derechos en manos del Presidente y se haya limitado a que en el futuro sólo puede decir sí o no, pero en bloque. Que los terroristas vayan a poner sus propios jueces para que les bendigan su impunidad y, en cambio, juzguen a sus enemigos, es decir a las Fuerzas Armadas, pero también a la gente decente que se opuso a sus pretensiones y que, por ser civiles, no pudieron cometer crímenes de guerra.
No quiero ver al país dividido en veinte o más republiquetas tipo Caguán pero regadas por todas partes, en las que las Farc van a imponer su ley y su orden. Ni quiero que a los guerrilleros que supuestamente se van a desmovilizar les paguen, simplemente por no matar, un salario de vez y media el que reciben nuestros soldados profesionales. Ni que tengamos que indemnizar a las víctimas con nuestros impuestos porque las Farc dizque han gastado el producto de sus crímenes - el narcotráfico, la extorsión y el secuestro- en la noble tarea de hacer la guerra contra la nación.
No quiero ver a Timochenko presidiendo el Congreso con una curul regalada y a sus secuaces dictando las leyes para convertir al país al socialismo del siglo XXI. Creo, en cambio que, como delincuentes, deben pagar cárcel como lo ordenan los cánones internacionales, aunque la pena sea reducida en aras de la “paz” y la justicia transicional.
En fin, no quiero… podría seguir diciendo mucho más.
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Coda uno: Me conmovió la imponencia y la majestad del desfile de nuestras heroicas Fuerzas Armadas, hombres y mujeres que le ponen el pecho a la defensa de nuestra sociedad. Pero me dio dolor de patria pensar que van a ser sacrificados en el altar de las Farc.
Coda dos: La ministra Holguín cerró el corredor humanitario en la frontera que duró apenas dos semanas pues, según editorializó un enmermelado diario capitalino, “el paso de tantos individuos por un lugar estrecho puede desembocar en estampidas humanas de trágicas consecuencias”. No, simplemente nos arrodillamos una vez más ante el tiranuelo venezolano.