Por Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Febrero de 2015

UNA GRAN RIQUEZA

Tener o no tener familia

Con   demasiada facilidad se omite en la imparable polémica nacional sobre cualquier cosa, el pensar con detenimiento acerca de los efectos de tener una familia o carecer de ella. El cardenal Salazar recordó recientemente que el 84 por ciento de los niños en Colombia nacen por fuera del matrimonio, lo cual equivale a decir que se crían también sin su padre o sin su madre y que con frecuencia deben estar llevando vida de hogar, o en gran soledad o en medio de otras personas que no son del todo sus parientes. Esto en teoría sería indiferente, pero los hechos indican bastantes cosas en sentido contrario. Llevando el tema a extremos, no es sino conocer las biografías de muchísimos delincuentes y antisociales, para ver hasta dónde el entorno familiar enrarecido o ausente puede ser una verdadera tragedia sin remedio.

Desde el cristianismo proponemos un ideal de familia -padre, madre e hijos- a sabiendas de que tiene mucho de ideal, pero convencidos de que en su mejor versión es una gran riqueza para cualquier persona. Y sabemos que hay multitud de casos que no solo están lejos de este ideal, sino que se construyeron, casi siempre a la brava, sobre otras formas de convivencia cuya existencia no se puede negar y que hay que mirar con respeto y comprensión. Pero sin dejar de proponer el ideal.

Las madres que no conviven con el padre de sus hijos saben la inmensidad de la tarea puesta solo sobre ellas. Los hijos que no ven a uno de sus progenitores sienten el peso monumental de esa ausencia. Todos los separados y separadas, sin excepción, nos pueden dar testimonio del dolor de una ruptura para siempre. Ninguno salió bailando de la casa.

No obstante todas las evidencias, incluyendo las fallas de las familias llamadas tradicionales, lo preocupante es que la sociedad colombiana no fomenta con claridad la constitución de familias sólidas y capaces de cumplir a cabalidad la delicadísima tarea que le han dado la naturaleza y también el Creador. Por el contrario: a la familia se le hace muchas veces muy difícil su perdurabilidad y quizá sin proponérselo, muchas políticas públicas y discursos altisonantes han terminado por fomentar la no familia con sus ya constatadas consecuencias dolorosas. El análisis de la vida de los autores individuales de todas nuestras tragedias debería comenzar siempre por una pregunta: ¿Tuvo familia de verdad?