En la proximidad de este año electoral quisiera hacer una simple pregunta sobre cómo se ve Bogotá, cuáles han sido sus reales transformaciones y qué esperar de las promesas venideras, especialmente en el campo de la disposición de basuras, el reciclaje y el alumbrado. Esto porque su tratamiento en excelencia acertaría en la belleza de la ciudad, su estética, calidad de vida y seguridad.
Un reciente y extenso recorrido por la ciudad me hace pensar que es necesario un impacto mucho mayor como medida clave de la planeación y el desarrollo, con indicadores y metas más altas. Cuando se mira, por ejemplo, la misión de la Unidad Administrativa del Espacio Público, UAESP, se ven algunas realizaciones y un diagnóstico claro; sin embargo, la transformación a simple vista en la calle no es contundente.
La ciudad sigue deficitaria en el propósito, previsto por la misma entidad, de trabajar para tener una ciudad siempre limpia, “agradable” con el ambiente que se encamina hacia la economía circular, avanza en el tratamiento y aprovechamiento de residuos y mejora la labor de la población recicladora de oficio.
Esto suena tan simple como mantener las canecas en lugar limpio y seco, cerradas o tapadas, sin que se desparramen. Si en la zona existen programas de reciclaje o aprovechamiento de los residuos ser capaces de separar los orgánicos de los inorgánicos y acceder a canales, dispuestos por las fábricas o empresas, para la devolución de residuos, su aprovechamiento y posconsumo.
Según el balance de la UAESP durante el año 2022: los operarios de aseo en la ciudad recogieron 3.850 toneladas de residuos de demolición y voluminosos en 90 jornadas de Juntos cuidamos Bogotá; impartió campañas de sensibilización a cerca de 100 mil ciudadanos; se recolectaron 18 mil llantas en las jornadas del Llantatón; se propuso a dejar 30 contenedores soterrados en avenidas; adelantaron programas de formalización a recicladores de oficio; destinaron mil millones de pesos para el programa de incentivos de proyectos de organizaciones de recicladores y completaron cinco centros transitorios del cuidado al carretero; se aprovecharon 330 toneladas de residuos orgánicos con asociaciones de recicladores; lograron enterrar 70 mil toneladas menos de residuos sólidos en Doña Juana; se recuperaron en el Punto Limpio algo más de 61 mil toneladas de residuos de demolición y construcción y con la planta Biogas Colombia se logró que más de 591 toneladas de dióxido de carbono no llegaran a la atmósfera, sumado a la siembra de árboles y realizaciones con material reciclado.
Buena es la intención y corto el alcance: el diagnóstico es claro, el objetivo en consecuencia también, pero el impacto no es suficiente. Depende entonces de la fuerza o prioridad establecida, para dirigir el presupuesto y las actividades en concordancia, incluso con énfasis en el compromiso ciudadano, al menos en temas de formación para la correcta disposición de las basuras y el reciclaje.
Se trata de darle otra cara, de empecinarse por desarrollar esta actividad de manera competitiva, valiente y agresiva, en su buen sentido. Una Bogotá más aguerrida, que significa entrenada, habituada y experimentada, en orden a la adecuada disposición de las basuras y residuos como del posconsumo, tanto en las metas del programa de gobierno como en la conciencia ciudadana.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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