Llama mucho la atención el interés del sector empresarial en señalar la importancia de las alianzas público-privadas para maximizar los beneficios que ofrecen múltiples oportunidades que están surgiendo y que son muy prometedoras. Algunas de ellas tienen que ver con los replanteamientos que se están haciendo con motivo de la nueva situación de la globalización.
Valdría la pena contar con diferentes ejemplos del éxito de estas alianzas tanto en otros países como en Colombia. Y ello tiene validez en cualquier circunstancia, pero con mayor razón en un país en el cual se está hablando de reeditar un Acuerdo Nacional que tuvo una precaria existencia debe dar lugar a una reflexión muy seria. De otra manera, el riesgo de que vuelva a ser un Acuerdo Nacional efímero es bastante probable. Es que las reformas que no pudieron avanzar encontraron un escollo que tenía que ver con el modelo de desarrollo, o sea, cuál es el papel del Estado y cuál el del sector privado. Si estamos hablando de consensos y de no propiciar más fracturas, pues este tema de las alianzas público-privadas es de la esencia.
Luego de los debates para la reforma de la salud la pregunta obvia es: ¿hay un nuevo modelo de desarrollo? ¿Ese nuevo modelo contempla la eventual cooperación del sector empresarial o del sector público? ¿Hay sectores vedados? ¿Existe un consenso sobre la inconveniencia de este tipo de alianzas? ¿Acaso un desacuerdo al respecto bloquearía un acuerdo nacional? ¿Bloquearía las votaciones mayoritarias y así condenaría al fracaso oportunidades muy importantes?
Al verificar tantas expectativas del sector empresarial sobre la conveniencia de estas alianzas público-privadas vino a mi mente el libro del exministro Alejandro Gaviria “Explosión Controlada” en el cual revela, sin reservas ni matices, la posición ideológica del Presidente Petro sobre el papel del Estado en el manejo de políticas públicas estratégicas.
Cuando escucho las expectativas con respecto a eventuales alianzas entre el Estado y diversos sectores empresariales me pregunto qué tan viables eran esos proyectos o esas ilusiones en las circunstancias que estamos viviendo.
La reciente lectura -inescapable- del libro del exministro Gaviria me coloca en una actitud muy escéptica frente a esa posibilidad que, por otra parte, ha dado excelentes resultados en nuestra historia. El libro habla de la siguiente manera a este respecto en relación con la actitud del Presidente Gustavo Petro: “sospecha de las alianzas entre el sector público y privado, en la salud, los servicios públicos, la infraestructura, la vivienda, etcétera. Su posición no obedece a un análisis empírico, a una ponderación de los costos y beneficios, sino a una aversión ideológica”. Y añade: “contrapone el negocio a los derechos. Considera que la participación privada o el ánimo de lucro es incompatible con los derechos sociales (…). Esta hostilidad, que tiene como su anverso lógico una tendencia estatizante, burocrática, revela, en mi opinión, una mentalidad que podría catalogarse como antiliberal” (pp. 63 y 64) y más adelante comenta el exministro: “el debate termina siempre en lo mismo, en un juicio moralista, -nosotros representamos el bienestar general, ellos la defensa de unos negocios” (p. 66) y luego, refiriéndose al tema de la salud: “la reforma identificaba un solo problema (la presencia del sector privado en la administración de los recursos públicos del aseguramiento en salud (…) el objetivo primordial fue desde siempre la centralización de los recursos (p. 93)”.
Uno se pregunta si al plantearse un Acuerdo Nacional sería conveniente que éste incorporara el tema de las alianzas público-privadas o si tal opción, dada la posición ideológica del gobierno actual, está eliminada.
No es un tema menor. Ya hemos visto el desacuerdo fundamental que se produjo en torno de la Reforma de la Salud. ¿Este veto seguirá inspirando otras reformas? ¿Acaso es una línea roja y por lo tanto inamovible en los diálogos con el gobierno y en los esfuerzos para construir consensos?