Todo indica que será un excelente regalo navideño. El lanzamiento del miércoles pasado, 11 de diciembre, de la obra más emblemática de Gabriel García Márquez en formato audiovisual, es una materialización de un deseo obsesivo de muchos en Colombia y en el exterior, para llevar a millones de personas toda la maestría y toda la magia que caracterizan Cien Años de Soledad. Curioso que esta presentación se inicie un día después de la fecha en la cual se entregó hace muchos años por primera vez el premio Nobel, incluido el de literatura. Gabo lo recibió en esta misma fecha en 1982.
Es bien conocida la reticencia de Gabo, quien además era aficionado al cine y él mismo guionista y productor, para que sus obras, fueran adaptadas al audiovisual. Fueron muchas sus objeciones y reservas al respecto. Y sabemos que se han hecho intentos con otras de sus obras, aunque nunca con Cien Años de Soledad. Netflix, con audacia digna de encomio, ha asumido ese riesgo.
Contrató a una excelente directora, doña Laura Mora, antioqueña, quien ya se ha lucido con la producción de varios largometrajes, uno de ellos mereció un apreciado premio en San Sebastián. Ella misma tiene una historia muy dura y compleja que de alguna manera tradujo en uno de sus largometrajes. Netflix no ahorró recursos. Es que llegó a construir ese pueblo imaginario, llamado Macondo, en las afueras de Ibagué. Contrató un personal mayoritariamente colombiano para realizar la tarea artística, titánica hay que decirlo, y creó lo que denominaron una "Escuela de Cien años de soledad" para transmitir muchos aprendizajes necesarios para que este esfuerzo cinematográfico correspondiera tanto como fuera posible a la realidad de la novela y a la magia de la misma.
La periodista Annie Correal escribió en el New York Times del 9 de diciembre una excelente crónica sobre la producción de esta serie y, luego de visitar el pueblo de Macondo, y de releer con mucho cuidado el texto escrito de la novela se tomó el trabajo, nada fácil, de comparar escenas muy complejas con la serie ya elaborada que tuvo el privilegio de ver. Lo que se va a observar es producto de años de un formidable esfuerzo intelectual de García Márquez y de otro formidable esfuerzo de Netflix, tanto financiero como profesional, para que en unas cuantas horas, en sólo dos temporadas, se pueda aprovechar tanto talento y tanta audacia. La propia crónica de Annie Correal es un ejemplo de muchas horas, seguramente, días de trabajo cuidadoso para recoger en un breve texto una inmensa tarea intelectual.
Me he resistido a releer Cien años de soledad antes de ver la serie. He resuelto escribir estas líneas antes de ver el trabajo audiovisual. Y me pregunto si debo releer el libro después de ver la primera temporada. Pienso que debo hacer un esfuerzo por separar la maestría del escritor de la maestría que al parecer ha puesto en marcha Netflix para llevar esta obra de García Márquez al campo audiovisual, tal como se ha hecho con otros trabajos literarios muy famosos.
Me parece casi imposible traducir al audiovisual una obra literaria de las características tan complejas como las que distinguen a Cien Años de Soledad y, en general, a todo el legado literario de nuestro querido Nobel. Por ejemplo, dice la Academia Sueca, “Pero la conciencia de la muerte y el sentimiento trágico de la vida contrastan con la vitalidad de la narración, esa capacidad de invención aparentemente ilimitada, que a su vez expresa la fuerza vital, a un tiempo aterradora y edificante, de lo vivo y lo real. Lo cómico y lo grotesco en García Márquez puede ser cruel, pero también puede transformarse en algo lleno de un reconciliador sentido del humor.”