RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Febrero de 2013

Perdidos en la historia

 

Es  de cierta manera admirable lo inagotable que se ha vuelto la fuente de las falsas soluciones para los problemas que aquejan a las personas. Los que más las están afectando no hacen sino crecer imparablemente, entre otras cosas, porque las respuestas que se les dan parecen abonarles el terreno. Queda con frecuencia la sensación de que a las autoridades de todo orden, los problemas las han superado irremediablemente y entonces surge la pregunta acerca de si tiene sentido conservar vigentes tantas y tantas estructuras que en últimas nada significan para el bienestar de las personas y que sí, más bien, no hacen cosa diferente a engordarse a sí mismas, vendiendo una fachada que las presenta como necesarias.

¿Cuáles problemas? La lista de los no resueltos es demasiado larga y hasta ofensiva: salud, drogadicción, tráfico de drogas, inseguridad, ruptura de matrimonios y familias, pobreza, violencia y guerra, educación de pésima calidad, destrucción del medio ambiente, despojo de la tierra, hombres y mujeres en armas, saqueo del Estado, corrupción pública y privada, etc. Todo esto ha repercutido en cada individuo de nuestra sociedad y ha generado un ser humano esencialmente conflictivo, temeroso, acomplejado, violento, prevenido, constantemente estresado, sin límites. En síntesis, un hombre y una mujer que han adquirido en ocasiones rasgos no del todo humanos en vista de las circunstancias en que fueron engendrados, el ambiente en que viven y el futuro que los espera, para nada halagüeño.

¡Qué cúmulo de fracasos para solucionar los problemas que tenemos! El inventario es grotesco. Los recursos perdidos, gigantescos. La obstinación en lo erróneo, patológico. Las personas lesionadas, millones. Y tal vez el meollo del asunto se encuentre precisamente en que no se piensa suficientemente en las personas y las soluciones ofrecidas parecen diseñadas para otra clase de seres, pero no para humanos.  ¿Qué será lo que hay en la cabeza y la mente de quienes se supone deben trazar los senderos de la liberación de las tragedias de la humanidad? ¿En qué están pensando cuando se atreven a proponer, no la restauración de las personas, sino tantas falsas soluciones que están llevando irremediablemente a nuestra sociedad hacia su disolución?  Cuando la gente tenía formación verdaderamente humanística la esperanza era mayor y  estaba más extendida. Entre un exceso de racionalidad y una dosis enorme de irracionalidad, deambulamos un poco perdidos de una verdadera historia humana y desde luego cristiana.