En Argentina, un joven de 25 años fue detenido en la localidad de Godoy Cruz. El delito que se le imputó fue de piratería. ¿Qué había hecho? Creó la plataforma ‘Fútbol Libre’ que permitía ver todo tipo de partidos en internet sin pagar costos adicionales. Todo el episodio destapó una caja de pandora.
La reacción en las redes sociales por la caída de Fútbol Libre y la detención del joven hacker han sido variadas. Pero la mayoría de las opiniones han sido en favor la plataforma que directamente se robaba la señal de los servidores de los canales que transmitían los partidos de fútbol en vivo. El tema es que detrás del episodio hay muchas aristas y todas conflictivas.
En esta columna hablamos del fenómeno de la fragmentación del contenido. Un concepto que puede ser complejo de explicar en primera instancia, pero que es sencillo de comprender. Básicamente, los usuarios deben pagar muchas plataformas para poder acceder a películas, series y eventos en vivo: esa es la famosa fragmentación. Muchas plataformas y mucho contenido dividido.
Pero veamos un ejemplo práctico. Si usted es fanático del fútbol debe tener por lo menos tres plataformas diferentes para ver al equipo del que es hincha, a los equipos internacionales en copas como la Champions League y finalmente para ver a la Selección Colombia.
Si el usuario quiere ver la Copa Libertadores, la Copa Sudamericana, la Champions League, los partidos del fútbol colombiano y los partidos de la Selección Colombia de manera legal tiene que pagar: suscripción en Star Plus, suscripción en Directv Go, televisión por cable y quizá una antena de TDT para tener los canales abiertos en la mejor definición posible.
¿Y qué pasa con el bolsillo? Si un usuario quiere consumir el producto fútbol en vivo debe destinar entre 20 y 40 dólares para acceder de forma legal a las señales o plataformas que adquirieron (ojo con esa palabra) los derechos de transmisión por sumas más que considerables. Por supuesto, en un contexto de recesión económica como el que atraviesa Colombia y Latinoamérica es casi un sacrilegio gastar esa cantidad de dinero en plataformas.
Hasta acá abordamos el asunto desde el punto de vista del usuario. O del hincha del fútbol. Pero ¿qué pasa con los que están del otro lado de la mesa? Bueno, por un lado están los canales, plataformas y señales que pagan varios millones de dólares para adquirir derechos de transmisión exclusivos. Esa es una inversión que se paga con publicidad. Y si los usuarios están en una señal pirata, no verán más que los anuncios que envía Google de forma compulsiva.
Los otros que terminan afectados por la proliferación de señales piratas para ver partidos en vivo son los equipos de cada país y las federaciones que manejan a las Selecciones. Es una cadena. Los canales y plataformas pagan por los derechos de transmisión a la FIFA. Conmebol o UEFA y estas autoridades reparten ese dinero a las distintas federaciones o equipos dependiendo del rating.
Y si el rating baja porque los usuarios están consumiendo el producto desde una señal pirata, pues las finanzas de equipos y selecciones se ven afectadas. Es una discusión de nunca acabar. Más en un contexto de recesión económica. Lo cierto es que el fútbol sigue siendo lo más masivo que tenemos disponible en las pantallas y no parece haber solución a la vista contra la piratería.