Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Diciembre de 2014

El Vaticano, ¿carga innecesaria?

Los eclesiásticos, individualmente y como gremio, somos un poco dados a pensar que toda crítica que se hace en los medios de comunicación social a la Iglesia proviene de espíritus anticlericales o de personas en abierta confrontación con la Iglesia. En ocasiones esto es cierto. Lo que ahora es innegable e inocultable es que el primer gran crítico de la Iglesia es el Papa Francisco, omitiendo incluso la ley evangélica de llamar la atención en privado y adoptando una recia postura de fuerte crítica contra el estamento clerical en público y continuamente. El más reciente objetivo de sus ataques ha sido ni más ni menos que la Curia Romana. De intrigantes, chismosos, arribistas los trató. ¿Para dónde va el Papa Francisco?

Quizá habría que plantear una pregunta previa: ¿De dónde viene el Papa? Con sorna comentaba algún clérigo, al referirse a las múltiples críticas del Papa a los sacerdotes: ¡Cómo está de mal la Iglesia argentina! Es que de allí viene y se supone que su conocimiento de tanto defecto lo habría adquirido en su patria natal. Pero ahora también viene de un par de años sentado en esa colina llamada Vaticana, que asienta el Estado llamado Vaticano. Y por lo que él mismo dice, se pensaría que se encuentra bastante incómodo en medio de la llamada Curia Romana.  ¿Acaso, me pregunto, no será que el Papa Francisco ha descubierto que el Vaticano, la Santa Sede o como lo quieran llamar, es sobre todo una carga insoportable para el Papa y para la Iglesia entera?

¿Podría dirigirse el Papa Francisco, respondiendo a la primera pregunta, a la supresión del Vaticano? ¿No será que Su Santidad quisiera, como lo diseñó el Evangelio, ser solo el obispo de Roma en verdad, incluso trasladando su sede a la colina del Laterano, y dejando que en cada lugar del mundo el obispo sea el pastor pleno de cada iglesia particular? Si así fuera, no habría necesidad alguna de ese gobierno siempre muy imperfecto asentado en Roma y causa real e imaginaria de mil problemas, todos escabrosos, que minan y debilitan la evangelización en el mundo entero. Porque la verdad es esa: lo que sucede en el Vaticano se ha convertido con el pasar de los años en una carga agobiante para la Iglesia en todos los campos.

Me pregunto, pues, si el Vaticano ya ha cumplido su misión histórica y si habrá llegado la hora de una sana y verdadera descentralización de la Iglesia, teniendo al Obispo de Roma como centro de unidad y garante de la fe, pero nada más. Francisco, Pontífice, creador de inmensos interrogantes, se aboca cada vez más a responderlos con absoluta honestidad intelectual.