Rafael De Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Mayo de 2016

No leer: un asunto grave

 

EN alguna ocasión un joven se acercó a Jesús para preguntarle acerca de cómo llegar al reino de Dios. Jesús le respondió: “¿Qué lees en la Escritura?” Nadie con cargos importantes en cualquier institución puede estar exento de leer. No hacerlo es una falta grave. Se toman decisiones a la ligera, se omiten puntos de vista importantes, se pasa por encima de observaciones valiosas. Le acaba de pasar al secretario de gobierno de Bogotá, por no leer lo que tiene que leer, o sea lo que le produce su oficina jurídica. Y le pasó hace no mucho al jefe de Planeación Nacional y les pasa a los senadores y seguramente a muchísima gente más que toma decisiones sobre la vida de otras personas. La llamada “gente importante” parece sentirse tal metida en mil reuniones, moviéndose todo el día, viajando, sentada a manteles o parada a cocteles, pero no leyendo a puerta cerrada y de pasada, pensando.

 

Hace un par de años un profesor de la Javeriana renunció porque sus alumnos se negaban de plano a leer. O sea, estamos llenándonos de profesionales que no estudian, no analizan, no reflexionan. Y muchos de ellos van a tener en sus decisiones y acciones, como en sus manos, la suerte de la ciudadanía en los más diversos campos de la vida. El ejercicio de la lectura allega a quien lo practica la sabiduría de la humanidad en muchos campos, le aproxima el conocimiento, le abre horizontes que no había contemplado, le corrige ideas propias que pueden no ser tan exactas o perfectas como las imagina quien las tiene. Pero cuando el no leer se instala en las oficinas y personas que gobiernan, que pastorean, que orientan, que hacen la política, pues se cae en un grosero pragmatismo que tarde o temprano termina por perjudicar a las personas.

 

A quienes ocupan cargos de responsabilidad se les podría aconsejar que, por ejemplo, las dos primeras horas diarias de su trabajo, estén dedicadas a la lectura, sin interrupciones de ningún orden. Para repasar lo que van a decretar, para leer sus propias sentencias, para corregir proyectos, para revisar orientaciones, para saber lo que se está produciendo intelectualmente en el campo que les compete e incluso para revisar redacción y ortografía. Es decir, para no ser simples mulas de carga, sino personas inteligentes que deciden y actúan con sabiduría. Según la cita inicial de Jesús, hasta para entrar al cielo se debe haber hecho el ejercicio de leer.