RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Mayo de 2012

El valor de las polémicas

 

Nuestra época podría llamarse la de las polémicas. Todo se discute, nadie traga entero, de cada tema hay mil opiniones, algunas fundamentadas, la mayoría sin el menor razonamiento lógico. Es una época de polémicas, más que racionales, emocionales, pues estamos en la postmodernidad. Y ni siquiera los temas más sagrados o complejos han escapado a la prueba de fuego de la discusión pública o privada. Tampoco los que sostienen esos puntos de vista. Como quien dice, todo el que crea en algo o tenga un pensamiento sólido, que se aliste cada día para defenderlos y sostenerlos porque nadie cree ya en nada fijo y solo la mutación constante parece ser reconocida por todos.

Aunque no siempre es fácil sobrevivir en un ambiente de aguda controversia, el paso de los años ha permitido ver también el valor de esta atmósfera. El primer elemento positivo es que quienes creen en algo o están afiliados a un sistema de pensamiento tienen que hacer el ejercicio constante de demostrar el valor y la importancia del mismo para ocupar un espacio en el mundo. El segundo valor de las polémicas radica en que a través de ellas se hacen visibles temas y realidades muy determinantes de la vida en general. Y, desde luego, la controversia es un signo de que aún existe la libertad de espíritu y expresión, sin la cual quizás la vida no tendría sentido.

Añadamos que hay temas que sólo han salido a la luz pública gracias a las polémicas. Cuestiones tan complejas como el derecho a la vida, el aborto, el matrimonio, las relaciones de parejas entre personas del mismo sexo, la fecundación natural y la artificial, los experimentos con embriones humanos, la eutanasia, la adopción de niños, etc., acaso no superarían el círculo de los expertos si no es porque se abren discusiones públicas, a veces duras y ofensivas, pero al fin y al cabo expresiones de realidades cuya importancia es innegable. Y este hacer subir al escenario de la cotidianidad los temas más complejos, tiene otro inmenso valor: el ciudadano del común puede interrogarse sobre su actitud y sus actuaciones -decisiones- ante aspectos de importancia nunca neutra. Es a través de estos careos al aire libre que mucha gente ha abierto los ojos para ver el mundo real en que vive y otros tantos han encontrado en esta controversia sin fin un punto para reflexionar críticamente sobre lo que han hecho con su propia vida o lo que pensaban hacer. Mejor que se hable de todo porque de lo que no se habla siempre algo se sospecha.