RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Octubre de 2012

“La prudencia inteligente puede salvar de mil penas y pesares”

 

HERRAMIENTAS ESPIRITUALES

Ante el sufrimiento

El mundo moderno se niega rotundamente a aceptar que en la vida humana hay momentos de sufrimiento y dolor. En muchos casos estos han sido una motivación para aplicar todo el conocimiento y la investigación a fin de encontrar soluciones acordes con nuestra condición humana. En otros han sido causa de acciones desesperadas que finalmente no hacen más que acrecentar el mal que se quería superar. Quizás hay que recuperar todo lo constructivo que puede haber en ese aflorar la limitación de los mortales en toda su crudeza. Quiérase o no, es inevitable afrontar sufrimientos porque somos limitados y algo nos dolerá y de algo nos hemos de morir. Mientras esto sucede pueden también cosecharse frutos.

Pudiera ser que la primera actitud frente al sufrimiento consista en vivir de tal manera que no se propicie su aparición. ¡Cuántos dolores y cuántas penas las cultivamos con milimétrica precisión! Es posible, con una vida sana en todo sentido, tener a raya por mucho tiempo lo que nos hará sufrir. La vida actual nos invita con frecuencia a ser temerarios en nuestros comportamientos, pero no nos cuenta acerca de las consecuencias de esto. Al mismo tiempo que evitamos provocar lo que nos hace sufrir, cabría reconocer los puntos débiles en los que cada uno es más frágil para no exponerse innecesariamente a hacerse vulnerable. En suma, la prudencia inteligente puede salvar de mil penas y pesares.

Pero si el sufrimiento llega se hace imperativo acudir a todos los medios razonables para suprimirlo o aliviarlo. Cuántas ciencias verdaderas tienen el hombre y la mujer de hoy para ayudarse de mil maneras. También, llegado cualquier dolor del cuerpo o el alma, se debe acudir con rapidez a las herramientas espirituales que fortalecen y transforman lo que en principio parece sola desgracia. Y cuando el fin es inminente, que se asuma con los paliativos más apropiados. Pero que nunca se haga del sufrimiento un pretexto para acabar con nadie y que nadie crea que estando mal tiene derecho a la locura. Si los seres humanos reconocemos que la debilidad es parte de la vida y también allí nos acompañamos, nadie tendrá que acudir a lo absurdo para hacer el tránsito por las regiones oscuras de la existencia. Job, en su desespero proverbial, gritaba: “Sé que mi Redentor vive”. Cierto: no hay nadie con fe que vaya a estar abandonado.