RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Octubre de 2012

 “Se ha difundido el vacío”

 “Se  ha difundido el vacío”. Esto lo ha dicho el Papa Benedicto XVI el pasado jueves 11 de octubre, en la misa que dio origen al Año de la Fe que él mismo ha convocado, al cumplirse los 50 años de apertura del Concilio Vaticano II. Ni siquiera se lo pregunta, sino que lo constata: se ha difundido el vacío. Es una experiencia de desierto por la que hoy día atraviesa la humanidad. Tiempo de crisis, pero oportunidad de darse cuenta qué es lo esencial de la vida. Así, suscintamente, el Pontífice dice algo que nadie quiere decir -es la especialidad de este buen hombre alemán- y es que el mundo que construimos para hoy carece en buena medida de sentido en muchos campos.

En ese desierto han pululado un sinfín de situaciones tormentosas como el suicidio, la ruptura de todo vínculo duradero, el auge de toda clase de vicios y aberraciones antihumanas, la soledad, la depresión, etc. Pero es en el desierto, lo dice Benedicto XVI y también en el Evangelio, donde se aprende qué es lo esencial de la vida. No pocas crisis tienen que ver con el ocuparse asiduamente de lo que no es realmente importante en la existencia. La vida de hoy es enorme oportunidad para hacer un corte de cuentas con tantas realidades que han generado la sensación de vacío y que nos han hecho caminar al borde del abismo existencial. Y en ese alejarse de allí, las religiones y los creyentes tenemos una responsabilidad enorme, acaso por tener la única respuesta completa a esta crisis existencial universal.

Lo que hay en las religiones y en los creyentes sinceros es presencia de Dios. Y hoy día el vacío difundido es signo de que Dios ha sido desplazado de la vida de los hombres y las mujeres. Corresponde a los creyentes levantarse en un esfuerzo particularmente grande para volver a encender la luz de la esperanza que da la fe religiosa y que no tiene por qué ser vista con recelo ni por la razón ni por la ciencia. ¿Para que la fe? Para que no haya vacíos, para que haya sentido, para que nadie se pierda en el universo, para que ningún ser humano sea aplastado. Solo en Dios se llena el universo y solo en él halla descanso el corazón humano.  Y es la fe la que hace de puente entre Dios y los hombres.