Una América fracturada
La Sexta Cumbre de las Américas terminó sin declaración formal. En reuniones internacionales que, usualmente, son de corta duración, es corriente que previamente se hayan negociado los textos de los documentos que se van a discutir. No es dable pensar que, por ejemplo, en la Primera Cumbre de las Américas celebrada en Miami en 1994, los jefes de Estado y de gobierno hubieran negociado en dos días (del 9 al 11 de diciembre) una declaración de cinco páginas y un plan de acción de veintiocho. No sucedió lo mismo en esta de Cartagena. No porque no hubiera un proyecto acordado sino porque se atravesaron aspectos no previstos.
El primero, la zancadilla de los de la ALBA por la no invitación a Cuba, país que no forma parte de la comunidad democrática de las Américas y nunca ha sido invitado. La Primera Cumbre estuvo casi totalmente dedicada al fortalecimiento de la democracia en el continente. De la Tercera (Québec, abril 2001), se desprendió la aprobación de la Carta Democrática Interamericana (Asamblea General, Lima, septiembre 2001).
Las Cumbres siempre han tenido como tema central la democracia y han girado indisolublemente unidas a la OEA y a sus miembros. Los que propusieron la invitación a Cuba van por el camino de esta y trataron de boicotear la reunión.
El segundo, la cuestión de las drogas, cuya discusión propuso equivocadamente el Gobierno colombiano y atentó directamente contra los puntos centrales de la Cumbre. No por cuenta de Obama, quien, por cierto, está en el plan de cambiar la estrategia de lucha contra las drogas desde que subió al poder, sino porque la Cumbre no era el foro y el asunto no había sido conversado.
Eso impidió que se discutieran los puntos básicos de conectar las Américas, la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la gestión y prevención de desastres, el acceso a las tecnologías de información y comunicaciones, la delincuencia transnacional y la seguridad ciudadana.
A eso sumemos la rabia de Cristina Fernández por la no inclusión del asunto de Las Malvinas y el desdeño de Dilma Rousseff, que tiene tela cortada con Obama y, por alguna razón, no se reunió con Santos.
Este resultado no puede achacársele al Gobierno colombiano, que hizo de equilibrista, sino a una América fracturada. Y no debemos ser apocalípticos sino esperar que las cosas vuelvan otra vez a su cauce.
El anfitrión se lució, aunque el senador Robledo, quien debe atender muy mal en su casa, se pregunte todavía por qué se gastó plata en un banquete.
Lo demás es que los medios internacionales solamente hablaron del turismo sexual del Servicio Secreto y los nacionales de la desafortunada equivocación de Shakira, la mujer más importante y generosa de Colombia.
Coda. El Decreto 4040 de 2004 bajaba de 80% a 70% una bonificación dada por Samper a los altos funcionarios de la Rama Judicial. Lo tumbó una Sala de conjueces del Consejo de Estado. Esto le costará al país 1.3 billones de pesos.