Refugio a los afganos | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Agosto de 2021

Hoy por ti mañana por mi, dice el viejo refrán. No estamos exentos de sufrir situaciones que nos lleven a pedir refugio en otros países, quizas en continentes lejanos, pues los hermanos venezolanos hace 25 años jamás se imaginaron verse en esquinas mendigando unas monedas o atravesando el continente de norte a sur a pie y suplicando asistencia o trabajo. Haitianos, cubanos, nicaragüenses y hasta africanos deambulan por las costas colombianas en busca de acomodo o transito en un éxodo terrible para sus vidas.

El gobierno colombiano a solicitud de los Estados Unidos decidió aceptar a unos cuatro mil afganos en nuestro país, para una asistencia temporal mientras les regulariza el gobierno norteamericano sus visas y destino final. El costo de manutención corre por cuenta de los Estados Unidos y en principio ellos estarían en Bogotá, aunque algunos alcaldes han ofrecido sus ciudades, lo que definirá el gobierno nacional.

Pero lo significativo de este acto humanitario es que por difícil que son las cosas para nuestro país con los millones de refugiados venezolanos, el desplazamiento que se ha vivido de años atrás de sectores rurales huyendo de la violencia y persecuciones de la guerrilla, paramilitares y narcotraficantes, es que Colombia le pone la cara al mundo con gestos de hermandad cristiana.

Era inicio de los años 50 del siglo pasado, yo contaba con solo dos años, pero nunca olvido cuando mi padre en un Volkswagen nos puso a mi madre y hermano para emprender una huida de la violencia de aquella época. Él como parlamentario y periodista liberal gaitanista, sufrió persecuciones políticas que lo obligaron a refugiarse en Ecuador y Chile, donde nos acogieron los gobiernos de Velasco Ibarra y Carlos Ibáñez hasta 1955 que regresamos de nuevo a nuestra patria.

Esta anécdota de nuestras vidas, aunque muy pequeños la vivimos y solo un par de años después en 1957 en que mi padre trabajaba como distribuidor del Diario Oficial en Cali, a raíz de la caída del General Rojas Pinilla, nos tocó nuevamente elevar anclas y en esta ocasión mi padre decidió radicarse en Barranquilla, donde pudo reestablecerse como empresario y nosotros terminar nuestro estudio de primaria.

Se lo que son las migraciones, el acudir a otros lugares a desarrollar vida, he vivido en España de soltero y en Ecuador nuevamente ya casado y con cuatro hijos, me ha tocado guerrear y salir adelante, hacerme a mi mismo fuera de mi país. Por eso soy sensible con aquellos que buscan apoyo en otras naciones y reconozco el valor humanitario que tiene la acogida.

Bienvenidos los afganos y bien vale el esfuerzo de Colombia por este acto de refugio temporal a seres humanos que están viviendo una situación que ojalá nunca nos toque, pero de la que no sabemos si a nosotros o nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos les llegara a tocar. Exentos no estamos.

arangodiego@hotmail.com