Antes de disponerme a escribir esta columna, se desarrollaban marchas dispersas en algunas ciudades capitales del territorio nacional y quise darle un vistazo a las redes sociales para hacerme una idea sobre el avance de las mismas.
Quería saber si en esta oportunidad eran más pacíficas y civilizadas. Durante la semana me llamaron la atención varias expresiones de rechazo que algunos de los jóvenes convocantes, quienes se mostraron en contra de los actos violentaos que en ellas se vienen registrando; sobre todo, el infame intento de quemar vivos a un grupo de policías que, inermes, casi indefensos, trataban de proteger la sede de RCN radio.
Lo que alcancé a ver me decepcionó, circuló un video en el que un número grueso de encapuchados trataron de linchar en forma cobarde a un solitario y rezagado miembro del Esmad, quien, afortunadamente, actuando con valor, no se dejó amilanar y con ayuda de un par de jóvenes sensatos, logró sortear la amenaza. Espero que lo colgado en redes no se repitiera en otros lugares y que las marchas hayan terminado sin otros actos repudiables.
Es increíble que los sordos manifestantes, azuzados irresponsablemente por Gustavo Petro, le cobren al Presidente Iván Duque el largo deterioro de los presupuestos destinados a financiar a las Universidades públicas, entre otras cosas, porque para este nuevo mandatario la educación pública si es una verdadera prioridad, como lo demostró el jueves pasado nuevamente en la presentación de su plan de desarrollo.
Educación pública de mejor calidad y en mejores condiciones, para la población en vulnerabilidad económica, es su prioridad. Jamás se le había destinado tanto,
Ante estos desmanes, todos esperamos que el Presidente se mantenga erguido y aplicando el lema de su Partido: “Mano firme, corazón grande”.
Lema que debe estar acompañado por una reforma política de gran calado, que debe explicársele a la gente en forma didáctica, para poner a marchar por el camino de los grandes intereses a unos partidos políticos mal acostumbrados a la mermelada toxica que los degeneró.
El número de parlamentarios debe reducirse drásticamente y pasar a un sistema unicameral, como opera exitosamente en otras latitudes. Además, la elección del parlamento debe ocurrir el mismo día que escogemos Presidente; evitando así la enorme dispersión parlamentaria que hoy presenciamos, logrando, entre otras cosas, que el mandatario elegido consolide con menor dificultad las mayorías parlamentarias necesarias para gobernar eficazmente.
También, se impone restablecer con energía el principio de autoridad, para que los malhechores y terroristas no sigan actuando a sus anchas, amenazando la vida y el patrimonio de la inmensa mayoría. Que se castigue a los delincuentes para su escarmiento.
Las fuerzas del orden deben recibir la orden de responder con equivalencia las amenazas que reciben; sin temor a persecuciones sesgadas de una justicia, parcialmente infiltrada por grupos subversivos, que siendo laxa con bandidos, amedrenta con frecuencia a soldados y policías.
Si Rafael Núñez logró la Presidencia con el lema “Regeneración o catástrofe”, hoy estamos obligados a aplicar dicho llamado de nuevo.