El 25 de julio, la ciudad de Bogotá fue testigo de un acto violento sin precedentes cuando un grupo de antisociales encapuchados, atacaron con explosivos un vehículo policial que transitaba cerca de la Universidad Nacional. Este lamentable incidente nos obliga a reflexionar sobre el rol de la fuerza pública y la importancia de su labor en preservación del orden y la seguridad ciudadana.
El ataque, perpetrado con ferocidad que desafía toda lógica, representa una afrenta directa no solo contra los agentes de policía, sino contra la estructura del Estado. Los policías, quienes tienen el deber de protegernos, se vieron forzados a responder con sus armas de dotación, actuando en legítima defensa, la acción de repeler un ataque con explosivos no solo es justificada, sino necesaria para salvaguardar sus vidas y las de ciudadanos presentes en el lugar.
En medio del caos y la violencia, algunos sectores han alzado sus voces proscribiendo la reacción policial, olvidando convenientemente el contexto y la gravedad de la situación; estos críticos, en su afán por desacreditar a la fuerza pública, ignoran la obligación de los agentes de proteger el orden público. La legítima defensa es un derecho inalienable, reconocido en el ámbito internacional, y su ejercicio por parte de los agentes no puede ser objeto de condena injusta. La policía está comprometida con la protección de la ciudadanía, su labor, muchas veces incomprendida y vilipendiada, es esencial para el funcionamiento de una sociedad civilizada.
Enfrentarse a situaciones de extrema violencia, como la vivida el 25 de julio, requiere no solo de coraje, sino una preparación y profesionalismo que merecen ser reconocidos y valorados, es fundamental recordar que las acciones de la policía responden a la necesidad de mantener el orden y la seguridad en una ciudad que, desafortunadamente, enfrenta amenazas constantes de grupos violentos, el uso de la fuerza en este contexto no es un capricho, sino una medida de último recurso para proteger vidas y asegurar el cumplimiento de la ley.
La crítica desinformada y tendenciosa que busca demonizar la institución, solo contribuye a debilitar las fuerzas que nos protegen; en lugar de cuestionar su reacción, deberíamos enfocarnos en condenar la violencia que pone en riesgo la vida de ciudadanos y policías por igual.
Es imperativo que reconozcamos el valor e importancia de nuestra fuerza pública, los policías al enfrentar ataques tan brutales, demuestran un compromiso inquebrantable con la seguridad y el bienestar del país. Su acción en defensa propia y ciudadana el 25 de julio debe ser vista como una respuesta legítima y necesaria ante una agresión desmedida.
Queremos invitar los detractores a pensar ¿cómo hubieran reaccionado si esta agresión acaeciera en su contra o afectara su núcleo familiar? Solo ante el peligro apreciamos la fuerza pública.