Ad portas de iniciarse la gira del nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, por varios países centroamericanos, se reunirá al mismo tiempo la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), citada a instancias del presidente Gustavo Petro por la primera mandataria hondureña, Xiomara Castro, quien la dirige. Todo ello en el marco de la intempestiva tensión suscitada entre Estados Unidos y Colombia en los últimos días.
El viaje de Rubio cobra gran importancia, ya que América Latina es el primer destino escogido por el encargado de las relaciones exteriores en el gabinete de Donald Trump, situación antes nunca vista en las prioridades estadounidenses en la materia. En efecto, los viajes a la región solían ocupar un lugar muy poco considerable en la agenda inicial de los ministros del ramo, salvo casos muy específicos y con el envío de delegaciones de mediano o bajo nivel. Pero en esta ocasión el mensaje es otro. Apenas recién posesionado, Rubio arribará a Guatemala, El Salvador, Costa Rica, República Dominicana y Panamá.
Por supuesto, el periplo no obedece solo al hecho de que Rubio sea, en la prolongada trayectoria histórica de la cancillería norteamericana, el primer secretario de Estado de origen hispánico y padres cubanos. Además, con un largo desempeño político en Florida. Ya en su momento el presidente Trump destacó su nombramiento como resultado del apoyo electoral que le brindaron los latinos, en la reciente campaña. A eso añadió Rubio, en las audiencias parlamentarias de ratificación del cargo, que también su designación obedece a que América Latina jugará un papel preponderante en la nueva administración. Un hecho superlativo cuando podría presumirse que las prioridades mundiales inmediatas y exclusivas son las guerras en Ucrania y del Medio Oriente.
Asunto central del viaje de Rubio, desde luego, será la inmigración y los indocumentados latinoamericanos en su país, tema incorporado indisolublemente a la agenda doméstica de Trump y prioridad de la contienda proselitista de la que, contra todos los pronósticos y como se sabe, salió con el mandato claro de cumplir sus promesas. Pero, en la misma medida, también está latente la reciente declaración presidencial en la que de repente habló de la “recuperación” del canal de Panamá para los Estados Unidos (además de sorprender con algún tipo de tratativas para la incorporación de Groenlandia, al tiempo que, por igual, sugirió que Canadá podría llegar a definirse como la estrella 51 entre los símbolos estatales de su bandera nacional).
Esta declaración, en particular frente al canal, tendrá que ser aterrizada por el secretario de Estado en sus reuniones de Panamá. Es ahí, ciertamente, donde se sabrán los verdaderos alcances y hasta dónde llega la opinión de Trump sobre el tratado Carter-Torrijos, que en esa ocasión llegó a calificar de “ridículo”. La sola visita del alto funcionario supone, de antemano, que ya existe alguna agenda acordada con el gobierno del istmo y que será propia de los elementos discutidos en la vía diplomática por anticipado. De lo cual, con viaje a bordo, se presume que no será para llegar a discrepancias insolubles.
De la misma manera, llega Rubio a América Latina en medio del estruendo continental causado por el “episodio Petro”, sobre la aún fresca devolución a Estados Unidos de los aviones militares con los colombianos indocumentados y deportados, y que casi lleva a nuestro país a un punto de no retorno en sus relaciones con la nación norteamericana. No solo por la imposición de impagables aranceles comerciales a los productos nacionales de exportación a ese mercado crucial para la economía y el empleo colombianos y por la suspensión inmediata del trámite de visados ordinarios, que alcanzó a ordenar Trump, sino por quedar sujeto nuestro país a las cláusulas extraordinarias de seguridad nacional de la Casa Blanca, al estilo de Venezuela, Cuba, Irán y Rusia.
Al final se resolvió el tema, “en sus términos”, dijo Trump, mientras que la cancillería colombiana tan solo calificó el hecho de “impasse” (aunque para no pocos las secuelas están por verse), enviando aviones de la FAC para traer a los deportados con el fin de recibirlos en territorio estadounidense, lo cual fue asumido con beneplácito por las autoridades norteamericanas por ahorrarse esos costos, dijeron. Está por saberse si en adelante ese será el protocolo de los incontables vuelos que se anticipan. De suyo, al llegar a Colombia, algunos de los deportados, entrevistados ayer en la radio, protestaron por haber sido devueltos el fin de semana pasado y no habérseles reconocido sus derechos constitucionales a ser recibidos de inmediato en su país natal. En todo caso, el “episodio Petro” le ha servido al gobierno Trump para afianzar sus mensajes ante el resto de naciones, en especial de América Latina.
Precisamente, a raíz de aquel “impasse”, la Celac, de hecho, un organismo que presidirá Petro en pocas semanas, ha citado a todos los mandatarios latinoamericanos a reunión extraordinaria. Por lo pronto, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, informó ayer que no asistirá y delegaría al canciller. Habrá que esperar, pues, para ver quién se mete el “viajecito”.