Quedé muy decepcionado con el resultado de la primera vuelta electoral, aunque una persona muy cercana lo había pronosticado con precisión. Ahora enfrentamos dos candidatos populistas a los que los medios califican como antiestablecimiento, anticontinuistas y antiuribistas, lo que de por sí es un mal síntoma.
Cambiar por cambiar no es buena idea. Este gobierno tiene muchas más cosas positivas que negativas y puede mostrar un balance en el que lo que predominó fue el interés público. Pero esos candidatos son los que las mayorías escogieron y debemos contentarnos con eso.
Ambos se han montado en el mensaje de la anticorrupción. ¡Que levante la mano el que está en favor de la corrupción! Pero ¿cómo, debemos preguntarnos, el “señor de las bolsas”, acompañado por Teodora, Benedetti, Moreno Rojas y otros alojados en La Picota, puede acusar al otro de corrupto porque tiene un proceso en marcha por el que no ha sido condenado? Lo grave es que le crean.
Ambos hablan de restablecer relaciones inmediatas con Venezuela, aunque uno dice que lo hará desde el primer día sin haber hecho con ese gobierno acuerdos sobre la situación de las guerrillas alojadas y protegidas en ese país.
Ambos hablan de impulsar el Acuerdo de Escazú, aunque ninguno lo ha leído. Aquí he dicho con claridad por qué ese Acuerdo es malo para el país. Entiendo que Petro lo impulse porque le daría a las ONG de izquierda un poder similar al de la JEP sobre cualquier proyecto de desarrollo, pero no entiendo por qué Hernández, que ha hecho su fortuna en la construcción, lo apoya, si ello conduce prácticamente a la paralización de todas las obras de cualquier tipo, sean represas, carreteras o edificios.
Ambos son amigos del aborto. Pero espero que la candidata a la vicepresidencia de Hernández, que es católica prácticamente, pueda moderarlo en esa idea del aborto sin restricciones.
Hay, sin embargo, asuntos en los que tienen diferencias sustanciales, como los económicos. Uno propone un Estado acaparador, gigante, absorbente no solamente en competencias -como debilitar al Banco de la República- lo que nos empuja a la senda de Cuba y Venezuela. El otro cree en la economía de mercado, en la empresa privada, en que debe reducirse el tamaño del Estado y el gasto público.
El manejo del petróleo es un buen ejemplo de sus diferencias y muestra cuáles son sus perspectivas: Petro dice que debe pararse la exploración de ese producto (y del carbón, de paso) y sustituirse de inmediato por energías ecoamigables (hidráulicas, solares o eólicas) aunque no explica cómo va a conciliar eso con el Acuerdo de Escazú, ni cómo va a sustituir los USD 13.500 millones en exportaciones, ni los aportes en utilidades y regalías que son, de facto, el pilar del presupuesto. Se opone al fracking y a la fumigación aérea porque “hay que defender la vida”. Lo dice un exguerrilero. Hernández acepta que hay que marchar hacia otras energías, pero que hay que aprovechar lo que tenemos y, sobre todo, el buen momento de los precios.
Podría seguir haciendo la lista, pero por lo pronto digo que soy RH+.
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Coda: En mi columna anterior dije que “me habría gustado que el gobierno Duque hubiera logrado montar el tren de cercanías entre Bogotá y Facatativá”. La señora ministra del Transporte, doctora Angela María Orozco, ha tenido la amabilidad de informarme que el Regiotram de Occidente está en fase de preconstrucción, se adjudicó hace tiempos, tiene el 70% de financiación del Estado y se conecta con el Transmilenio y la primera línea del metro. Mil gracias, señora Ministra.