RICARDO VILLA SÁNCHEZ | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Julio de 2012

La eterna espiral

 

En el día de la independencia, después de 202 años del inicio de lo que algunos tratadistas llamaron La Patria Boba, parece que, como en una espiral, la historia, en otras circunstancias y bajo distintos iconos, se repitiera.

La fallida reforma a la justicia que pretendía de un ‘plumazo’ sustituir nuestra Constitución y la multitudinaria reacción en las redes sociales. Los hechos del Cauca, en donde los indígenas se llaman Comuneros, quizás emulando a José Antonio Galán, en medio de las sorprendentes fotografías de unos soldados casi adolescentes y con caras no muy diferentes a los de la “Guardia Indígena”, siendo expulsados del resguardo en una jornada de resistencia civil pacifica que ha admitido diversas interpretaciones, muchas de estas encontradas; la pelea entre Uribe y Santos, la guerra mediática y el conflicto en su ebullición, sin que ninguna propuesta esperanzadora se posicione en su liderazgo y se les meta en la mitad en el ámbito nacional, aunque en lo local y regional sí se avizorarían propuestas alternativas; la pobreza en crecimiento geométrico, mientras las soluciones no llegan a aritméticas, en este país de explosión demográfica de leyes y de marasmo administrativo, en el que la olla presupuestal está totalmente raspada, producto de décadas de malos manejos y pocas decisiones estratégicas que incidan en que otra Colombia sea posible, con el faro de un país en paz, con humanismo, justicia social, desarrollo, equidad y bienestar colectivo.

La economía alejada de la política, sin ninguna flecha hacia la cultura o por lo menos hacia la sensibilidad social; mientras en la mayoría de nuestra población del “rebusque” diario, la voluntad y la conciencia de cambio o por lo menos la reflexividad, se dejan a un lado para resolver los problemas cotidianos: pagar las cuentas y poner un plato de comida en la mesa. ¿Así quien tiene la capacidad de elegir?

Aunque siempre salen cartas “nuevas” sobre la mesa de esta Locombia en movimiento, en la que cambian nombres, términos y posiciones, pero en el fondo siguen los mismos con las mismas que han mantenido a este país entre el odio, las distancias y las pocas posibilidades de reconciliación, como pareciera que encarnaran esta cara de la moneda las nuevas tendencias en las que ¿será que de verdad los extremos se juntan?, como la Marcha Patriótica o el Frente contra el terrorismo, que se apartarían de un anhelo de unión, de consenso, de democracia, o también, los partidos fusibles y de corta duración en los que se ha arropado la clase emergente de este país que piensa en la política como un negocio y no como su real sentido: el arte de gobernar para beneficio de la sociedad.

Ojalá en este día de celebración, además de interiorizar sentimientos patrióticos, ver desfiles y sacar banderas, entremos en una etapa de reflexión altruista, sobre cuál es el país que queremos y nos apartémonos de esos mensajes negativos que no nos dejan avanzar como nación, pensando y actuando siempre hacia buscar otra vía para lograr los propósitos comunes de cambio, de justicia, de dignidad, de progreso y de sostenibilidad, que nos permitan recuperar nuestros principios fundacionales, los mismos de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

ricardovilla@colombia.com