En este momento político hay dos tipos de riesgo electoral: el mediático y el estructural.
El mediático es inducido, manipulado, artificial, y consiste, básicamente, en distorsionar la realidad para enraizar el victimismo.
El estructural, en cambio, es genuino, y consiste en el peligro al que se ven sometidas las candidaturas más vulnerables y las víctimas del conflicto que no han sido reparadas.
Un ejemplo del primero es lo que ha sucedido en los últimos con la Farc al estrellarse con la realidad y constatar en carne propia el rechazo popular.
Ese rechazo ha sido espontáneo, sincero y airado, es decir, se asemeja para todos los efectos a la protesta ciudadana.
Protesta propia de las víctimas que no entienden cómo es posible que su victimario se pavonee por la plaza pública posando de refundador del Estado.
Ante semejante afrenta, es apenas normal que las víctimas vuelvan a sentirse amenazadas y reaccionen con templanza, rechazando la galopante impunidad.
Revictimizada, la población colombiana trata de impedir que esta nueva violencia se apodere de su destino y por eso reclama elemental justicia expresando con coraje su opinión y su sentir.
Por eso, al constatar que el ciudadano planta cara y exige rendición de cuentas, la Farc se agazapa y exclama que suspende su campaña aunque sigue oteando desde La Habana y Caracas con arrogancia supina.
Luego, trata de huir hacia delante y propone un pacto interpartidista que, inspirado como está en la desvergüenza y la manipulación, es apenas normal que nadie atienda.
Por último, recurre a bulos y bufonadas para suspender a última hora actos públicos que de antemano son un fracaso y solo causan repudio entre hoteleros, huéspedes y transeúntes.
Obviamente, todo este espectáculo le complace en grado sumo y la atención que le conceden ciertos medios le lleva a bordear el paroxismo.
Al fin y al cabo, tanto la Farc como el Gobierno saben que todo esto no es más que un montaje y que la campaña de la rosa roja no pasa de ser una formidable pantomima.
De hecho, tanto el Secretariado como el Gabinete son conscientes de que la Farc a duras penas cuenta con votantes; pero el fiasco electoral les tiene sin cuidado.
En el fondo, para ellos lo importante es asegurarse un cupo en la coalición ultraizquierdista con la que aspiran a pasar a la segunda vuelta.
Y si llegan a ganar, detentar el poder como miembros de semejante proyecto de inmunodeficiencia estatal adquirida.
Sin duda, el riesgo electoral existe. Pero no es, exactamente, el que está padeciendo la Farc en su cómodo y cínico tránsito hacia el control formal del sistema.