Rutinas | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Septiembre de 2020

Mario Benedetti escribió casi un centenar de libros en todos los géneros literarios. Millones de palabras que siempre desembocaron al amor por lo humano, pero también a la denuncia del horror causado deliberadamente por la misma humanidad. A pocos días de cumplirse 100 años de su nacimiento, y en un momento doloroso para Colombia, pues la sangre ha vuelto a correr a caudales entre los campos, este microcuento del poeta uruguayo sacude hasta las entrañas.

Rutinas: “A mediados de 1974 explotaban en Buenos Aires diez o doce bombas por la noche. De distinto signo, pero explotaban. Despertarse a las dos o las tres de la madrugada con varios estruendos en cadena, era casi una costumbre. Hasta los niños se hacían a esa rutina. Un amigo porteño empezó a tomar conciencia de esa adaptación a partir de una noche en que hubo una fuerte explosión en las cercanías de su apartamento, y su hijo, de apenas cinco años, se despertó sobresaltado. ¿Qué fue eso?, preguntó. Mi amigo lo tomó en brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero, conforme a sus principios educativos, le dijo la verdad: Fue una bomba. ¡Qué suerte!, dijo el niño. Yo creí que era un trueno.

En Colombia sabemos muy bien que no es un cuento, hemos recorrido ese camino varias veces, conocemos de cerca el horror. Por momentos creemos que amaina, pero no. Como la ola embravecida, solo se repliega para volver con más fuerza y arrasar con todo lo que encuentre por delante. Más de 40 masacres en lo que va del año y casi dos centenares de almas en pena nos recuerdan que no es un cuento. Ni siquiera es una pesadilla, es aún peor que eso, es la realidad. Nuestra realidad.

Buscar razones para la sinrazón es abominable y casi tan doloroso como el suplicio insoportable que acompaña a cada muerte violenta, venga de donde venga, le caiga a quien le caiga. No hay verdugos mejores que otros, ni víctimas buenas ni malas. Son verdugos y víctimas, a secas. Criminales sanguinarios que matan premeditadamente y víctimas que mueren de súbito, inermes y sin poder hacer ni decir nada para el resto de la eternidad. Es nuestra realidad que, otra vez, amenaza con volverse rutina.

Es la realidad de un país donde el territorio le sigue quedando grande al Estado, sobre todo allí, en los bordes. Un país que aún se asombra de sí mismo al verse en la televisión, pues nunca ha logrado terminar de recorrerse y conocerse verdaderamente. Tal vez sea por eso que, para muchos, el horror no sea otra cosa diferente a lo que pasan en las noticias, nada más. No tiene que ver con ellos ni cambia en ningún sentido su vida, es solo otra información más del noticiero, como el clima o los índices bursátiles. Rutina. Pero no, cada atentado, cada asesinato y cada masacre es como una bomba que explota cada día, cada vez más cerca. De distinto signo, pero explota. Sí, son bombas, ojalá fueran truenos.

@tatianaduplat