“Paternidad termina por darle el sentido a la vida”
Mañana 19 de marzo es el día de San José, padre putativo de Jesús. Un tanto olvidado en estos días en que los días de procesiones religiosas fueron reemplazados por días de trancones en las carreteras. Es poco lo que los evangelios dicen sobre él esposo de María, pero suficiente para captar en él a una persona grande, presente, cercana y discreta. Tanto en María como en José, los evangelios logran en muy pocas líneas situar muy bien tanto la maternidad como la paternidad. Sin caer en meloserías innecesarias, los escritores sagrados dejan la impresión de dos personas viviendo para Dios y para su misión, entregados, cumplidores de sus deberes y, sobre todo, ella plenamente mujer y madre, él, plenamente hombre y padre.
Creo que es hora de volver a pensar, y pensar bien, de la figura del padre o del papá, que suena mucho mejor. Estamos montados en una ola que ve en los hombres una especie de monstruos de los cuales hay que huir y a muchos de los cuales los tienen como arrinconados y anulados. Ni tinto ni tanto. El funcionamiento actual de las familias revela que el hombre ha entrado en buena medida en otra forma de ejercer la paternidad, en general caracterizada por una mayor presencia y más activo en el hogar. Hoy es bastante habitual que el papá asista al colegio de los hijos, que participe de sus alegrías y dolores, que juegue con ellos, que comparta tiempo importante con sus herederos. El libreto, aunque siempre complejo, tampoco requiere una personalidad especial y sí, más bien, una nueva forma de ver la vida que, esencialmente, es de comunidad más que de otra cosa y comunidad que se llama familia.
Por diversas razones el papá había sido expulsado de la casa o al menos de la paternidad y de ahí esa exaltación del madresolterismo que, en mi opinión, está lejos de ser el estado de felicidad que muchos describen con cierto lirismo lejano a la realidad. Pero la vida es la vida y pasados los tiempos marcados por el deseo de pelear con todo lo que existe, la humanidad descubre, una vez más, que hace mucho bien la existencia de mamá, papá e hijos. A veces las cosas no salen bien, pero el modelo tiene su fuerza innegable. Y allí el papá no solo es importante, sino necesario y para él la ejercitación de su paternidad tiene también un significado que termina por darle el sentido a su vida. La pelea entre géneros ha despreciado este argumento y los hombres padres expulsados llevan un gran dolor en su alma. Más allá de sus culpas o sin ellas, ese dolor es profundo. (¡Claro que es bueno que pongan de su parte, por supuesto!)
Cuando pase esta época que se ha vuelto un poco estrepitosa en las formas de pensar y de expresar lo que se piensa, volveremos a darle el valor que tiene la imagen del papá. Ganará él, la esposa, los hijos, la sociedad, porque tiene una misión específica, es un punto de referencia irremplazable en lo suyo, hace parte de los planes de Dios. Y san José podrá volver a su carpintería sin miedo a que lo demanden por abandono de hogar.