“Los enigmas que su vida plantea no acaban de ser resueltos”, aduce William Ospina en su ensayo: “En busca de Bolívar”. Esto se asocia con la biografía del afamado contrincante, el tinterillo Francisco de Paula Santander, incrustado por su padre en la Catedral Metropolitana como acolito de su tío el Presbítero Nicolás de Omaña, oficio que lo maleduco recogiendo los diezmos y primicias en la Santa Misa: ¡lo hizo un avaro ambicioso!
La curiosidad estimula averiguar la causa íntima de animadversión entre el “Padre de la Patria” y el “Hombre de las Leyes”, pues aparentemente sus afectos eran muy estrechos pero, analíticamente, se revela que entre ellos existía inconscientemente una incurable enemistad.
¿Cuál fue la causa interna de ese conflicto emocional? Es una pregunta que hoy igualmente se formula cuando se advierte que entre el “Chalán del Ubérrimo” y el "Chucky” se reveló una antipatía que ha puesto en riesgo la paz del país.
La tirria entre los próceres de la independencia conduce, esotéricamente, a la evocación de un pasaje registrado en páginas de la intimidad de la vida de Bolívar Palacios y de Santander y Omaña. Se trata de la figura de Miguel Saturnino Uribe Santos, el esposo de Bernardina Ibáñez, hermana de Nicolasa, dos hembras de Ocaña, protagonistas en la vida de estos personajes de la historia. Figura que incita una asociación de ideas.
A Bernardina, según investigación chismosa, no la sedujo el “libertador” sexual de jóvenes que lo complacían llenándole el vació de su viudez, pero si su contrincante “Pachito”. Nicolasa, por el contrario, fue su amante a escondidas de su esposo, el abuelo de Miguel Antonio Caro y tiempo después se ligó con el vicepresidente Santander, hasta cuando el 30 de abril de 1835 resolvió coquetearle al presidente José Ignacio de Marques y al ser sorprendida, esa “menage a trois” desató el odio político irreconciliable entre estos rivales.
Tales episodios de la historia, haciendo un análisis del proceso de identificación propio del ser humano, denuncian una reacción traumática regresiva, de parte del “Hombre de las Leyes”, pues, muy probablemente, asocio a Nicolasa con Nicolás, su tío, que sustituyó a su padre, el tiránico y severo “caballista” Juan Agustín, triplemente casado, campesino arribista y ambicioso de adquirir un estatus social. Y en ese comportamiento inconsciente se identifica con el aristócrata Simón y termina enamorando a la mujer que este personaje le presentó como su “escondida” amante. ¡Edipo!
Ese conflicto libidinoso se tradujo en una celotipia política, trance emocional que excitó la antipatía y el atentado de la noche septembrina. Esta suposición se confirma con la rivalidad que también surgió con José Ignacio de Marques y el desprecio que sentía por su esposa, Sixta Pontón Piedrahita. “Pachito” se casó el 15 de febrero, 10 meses después del frustrante encuentro, para vengar su decepción. Hay que seguir pensando el resto y descubrir el porqué de sus múltiples falsos positivos: Barreiro y muchos otros más.