Santos tiene el balón | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Noviembre de 2016

La caldera sigue prendida este fin de año, con cadena de acontecimientos, en alta temperatura. todos se sienten muy cerca, en el diario vivir de la ciudadanía.

El trajinado nuevo Acuerdo de Paz, con sospechoso alargue atribuido a quienes presuntamente intentan sabotearlo o diseñarlo con sus propios intereses políticos, encabeza las expectativas y se coloca en primer lugar de hechos, que empiezan a perder credibilidad entre la gente del común

Naciones Unidas en pleno, el Consejo de Seguridad de la ONU, analistas europeos, la OEA y gobiernos de distintos países, han reiterado que, al final de una guerra, un acuerdo perfecto nunca se logra.

La tensión entre las partes es explicable en todos los aspectos que saturaron el conflicto. En el caso colombiano, los crímenes de lesa humanidad, dejaron huella, que con dificultad borrarán lo acontecido para perdonar. El resto lo explicarán sociólogos y sicólogos, tanto como millones de quienes padecieron la guerra.

El Acuerdo encontrará camino sólido en el Congreso, instancia legislativa válida, si se tiene en cuenta que hay un Gobierno elegido, según la Constitución y es quien debe responder ante el país y el mundo, sobre la propuesta para terminar la guerra. 

Tampoco se desconoce el plebiscito, que cumplió el cometido de consultarle a la ciudadanía dentro del marco de una verdadera democracia.

Si el Gobierno se comprometió a evaluar las inquietudes del ganador -No- para incluirlas en la renegociación con Farc, y se ha aceptado por la contraparte, la modalidad de una segunda negociación con los cambios exigidos, las decisiones gubernamentales son la respuesta.

Es ahora, el llamado a responder por el alcance que debe tener el nuevo acuerdo.

El país, con estamentos estatales, gubernamentales y privados, no puede disminuir la marcha, a la espera de lograr entendimiento entre críticos y Gobierno, enfrascados en juego de conceptos para demostrar quién tiene la razón para derrotar a los armados.

Oportuno que las Cortes y el Consejo de Estado, en el mismo escenario democrático, contribuyan a despejar el choque, sin aislarse de la situación, cuando se trata es de escuchar a la máxima instancia jurídica y constitucional.

El silencio puede interpretarse como desprecio a la realidad. No puede olvidarse que aparte de la paz, se esperan reformas, sometidas a fuego lento, aguardando la llama del entendimiento.

Utilizando la expresión del ciudadano del común, es el presidente Santos quien tiene el balón, para hacer valer su jefatura de Estado e imponer decisión.