La vía artificial entre el Pacífico y el Atlántico sufre desde finales de 2019 una de sus peores crisis, el mecanismo de esclusas que permite el paso de los barcos de un lado a otro se queda sin agua.
Esta obra maestra de la ingeniería inaugurada en 1914, ampliada recientemente, garantiza la movilización del seis por ciento del comercio mundial, cada año cruzan más de doce mil naves que llevan pasajeros y mercancías a ciento sesenta países, con la drástica reducción de las lluvias ha sido indispensable disminuir la cuota de tránsito y el calado de los barcos, desde febrero tienen que pagar una tasa fija, dependiendo del tamaño, de hasta diez mil dólares por el consumo de agua dulce ante el problema de mínimo bombeo desde el lago Gatún, del cual proviene el principal caudal para el funcionamiento del complejo engranaje, ellos deben elevarse veintiséis metros hasta alcanzar la altura indicada.
Las poblaciones vecinas se surten también con el agua del lago y aun cuando existen estudios tendientes a la construcción de reservatorios, plantas, fuentes alternativas, estos no han cristalizado y según el hidrólogo panameño Gustavo Cárdenas la temperatura en la zona ha aumentado una media de un grado en los últimos años incrementando un diez por ciento la evaporación tanto del Gatún como del Alhajuela, presa que en alguna medida ayuda al suministro del precioso líquido.
Por el momento la autoridad del canal (ACP) ha restringido permisos de navegación, anuncia mayores restricciones si la situación meteorológica empeora. ¿Cuál será el impacto del Covid-19 sobre el tráfico marítimo mundial? Corresponde mantener un adecuado ritmo de operaciones y evitar contagios, falta conocer de qué manera los gobiernos proyectan la reanudación de desplazamientos conforme se atenúe la pandemia. El asunto toca con muchos Estados, incluye a empresas, al sector turístico, importadores, exportadores y desde luego a las armadas de distintos países, expertos buscan que la situación mejore, ojalá que la naturaleza no agrave el problema.