SI alguien indagara cuál es la característica más frecuente en los colombianos de hoy, solo tendría que darle un vistazo a lo que aquí se publica a diario en las redes sociales.
No es necesario ser un experto en el análisis de estos medios para concluir que lo que se encuentra en ellas no tiene una clara tendencia, sino que por el contario son varias las rutas propuestas que terminan neutralizándose casi todas entre sí. El resultado del vistazo puede parecernos un escenario que bordea lo caótico.
Lo preocupante es que allí se denota un comportamiento producto de una crispación que enceguece, además de otra esquizofrénica fragmentación en el pensamiento de quienes utilizan estas nuevas herramientas de comunicación.
Históricamente puede verse con claridad que los países que han logrado salir adelante, incluyendo a aquellos, como Alemania o Japón, lo hicieron después de ser destruidos y humillados en las espantosas guerras del Siglo XX, lo consiguieron con grandes sacrificios, pero aferrados a una idea principal, compartida por la gran mayoría de sus gentes, que les sirvió como ancla o guía.
Desafortunadamente nos pasa lo inverso aquí. Un día algunos parecen querer algo pero se enfrentan a uno o a varios grupos que manifiestan lo contrario. Pero para desconcierto de todos, al otro día bien pueden trocarse sus opiniones; sin lograr jamás una clara mayoría que imponga un derrotero.
Todo lo anterior parece haber crecido desde el día en que resultó elegido el Presidente Iván Duque, desde el momento en que se anunció su triunfo. Apenas media hora después del cierre de las urnas, analistas de varios medios de comunicación resaltaron más el resultado del candidato perdedor que la amplia mayoría del joven Presidente.
Intentan crear un mito, que insisten en convertir en tendencia, de que si el nuevo mandatario no resuelve milagrosamente todos los males que hemos acumulado durante los últimos dos siglos, terminará contribuyendo a que quien lo reemplace sea Gustavo Petro, el candidato a quien ampliamente derrotó en segunda vuelta.
Esos intentos de imponer esa tendencia de opinión le viene dando alas a los seguidores del pésimo ex Alcalde que casi desbarata a Bogotá. De ahí su errado proceder frente al temas serios y sensibles, por ejemplo, el de la solución al déficit acumulado por décadas que padecen las Universidades públicas.
Siguen y siguen marchando zombies, disfrazados como estudiantes, que son en realidad depredadores de la ciudad, a pesar de que los Rectores de esos establecimientos de educación han reconocido que jamás habían obtenido tan rápidas soluciones a su petitorio acumulado, sin respuestas, durante décadas.
Pero, ahora intentan el mismo proceder frente al proyecto de financiación que presentó el gobierno para subsanar el cuantioso déficit heredado que le impide mejorar los malos acuerdos del teatro Colón.
Desconocen que el proyecto tiene mucho de bueno y que los defectos que contiene pueden ser corregidos, pues para eso es el Congreso.
Tendremos que impedir que el ejemplo de esos autómatas agitadores no termine contagiando a la mayoría.