Latinoamérica y el Caribe en su conjunto han oscilado durante los siglos XX y XXI entre avances y retrocesos con respecto a la calidad de la democracia que, sin excepción, los estados han adoptado.
Una de las naciones, democrática sólo en el papel, es Nicaragua. Su Constitución, reformada en 2014, la proclama como república democrática, participativa y representativa, guiada por el pluralismo político que asegura la existencia y participación de todas las organizaciones políticas “excepto las que pretenden el restablecimiento de todo tipo de dictadura o de cualquier sistema antidemocrático”.
También se consagra el derecho a la libertad de expresión entendido como la posibilidad de expresión libre del pensamiento por cualquier otro medio.
A pesar de lo anterior, la historia reciente de Nicaragua no corresponde con los preceptos de esa Ley Fundamental. Lo que se ha evidenciado es lo contrario. A propósito de una tendencia de la región, en esa misma Constitución se introdujo la posibilidad de reelección indefinida del presidente de la República, sin limitar al mandatario que estaba ocupando -desde 2011- por tercera vez el cargo -ya lo había hecho, primero en 1984 y luego en 2006-. Fue de esta manera como en las elecciones de 2016, habiéndose prohibido la observación internacional, se anunció el triunfo del candidato-Presidente Ortega por cinco años más. Así, este completa 15 años consecutivos en el poder y en total 20; eso sin contar con el tiempo que ejerció desde 1979, cuando se derrotó a Somoza.
La ambición de poder no cesa. Para el certámen electoral del próximo 7 de noviembre, ya Ortega obtuvo aval unánime del Congreso de su partido para ostentar la candidatura a la cuarta reelección presidencial.
Nada de lo ocurrido en estas décadas ha sido pacífico ni aceptado tranquilamente por el pueblo (que según la Constitución es el soberano). A pesar de casi dos lustros de Ortega en el poder, se pueden identificar varios movimientos y partidos de oposición e incluso medios de comunicación que tratan de recoger el descontento generalizado de la población, hacer explícitos los abusos de poder y a gritos pedir la cooperación internacional para que cese tal situación.
Desafortunadamente, la entronización en el poder que ha cooptado a los demás poderes del Estado, ha llevado a que recientemente se haya perseguido impunemente a todo aquel que, con alguna capacidad de elevar su voz, haya intentado presentar alternativas para las próximas elecciones. Ya son siete los líderes opositores detenidos. Nada se sabe de cinco de ellos. Ni familias, amigos o abogados, han podido verlos o contactarlos. Las retenciones fueron todas irregulares y sobre la base de imputaciones genéricas como la de “traición a la patria”.
El único medio de comunicación impreso que existía - “La Prensa”-, opuesto al régimen y permanentemente atacado, ya no puede circular en físico pues, desde el 13 de agosto, el papel fue retenido en las aduanas, sin razón aparente.
La Unión Europea, la OEA y algunos estados han rechazado estos últimos acontecimientos y exigido la liberación inmediata de los presos políticos, pero no ha sido suficiente y se requiere más contundencia y mayor visibilidad de la situación.
Nicaragua es un ejemplo claro de cómo, en palabras de Lasalle, la Constitución se convirtío en una mera hoja de papel. Otro caso que debe ser observado para no repetir ni caer en las trampas de discursos populistas y trasnochados.
Por @cdangond