Conviene hacer el escenario contrario a lo que ocurrió electoralmente el 29 de octubre.
Supongamos que Gustavo Bolívar obtuvo en Bogotá casi el 50% de los votos, que Galán quedó en el tercer puesto: ¿Qué estaría diciendo el Pacto Histórico? ¿Cómo habría interpretado ese resultado? Sería la demostración del éxito de los primeros catorce meses de gobierno. La invitación que tanto el Presidente como la Alcaldesa hicieron para que la votación en Bogotá decidiera la naturaleza del metro, ¿habría ratificado la influencia enorme de la Izquierda en el electorado bogotano?
Y si la renuncia de Quintero en Medellín hubiera dado lugar al triunfo del candidato Upegui, ¿no sería una evidencia de que la Izquierda había logrado en catorce meses consolidar su prestigio y así satisfacer la enorme esperanza que generó el triunfo de las elecciones presidenciales del 2022?
Y si hubiera ocurrido lo mismo con otros candidatos de las diferentes funciones en los demás departamentos, ciudades y municipios, ¿esto no sería ya la verificación de que estas elecciones eran las primarias de las presidenciales y del Congreso del 2026?
Y ¿cuál sería hoy el estado de ánimo de empresarios, de dirigentes políticos y de la ciudadanía ante el futuro probable?
Podríamos seguir construyendo estos escenarios. La verdad es que se abrió un horizonte de esperanza que esta vez no estaba fincada en las promesas de la izquierda. Los partidos tradicionales, quien lo creyera, revelaron una fortaleza que ya nadie les atribuía. Si tomamos como fundamento el comunicado del Partido Liberal y si éste resulta confirmado por los escrutinios finales, el liberalismo, el conservatismo, la U, el Centro Democrático aparecen con triunfos significativos en las gobernaciones. El Liberalismo declara haber obtenido seis gobernaciones con el aval principal de ese partido y diez en coalición con otros. El partido de la U, ocho gobernaciones, el Conservatismo tres y el Centro Democrático dos. La Costa Atlántica y la costa del Pacífico fueron ganadas por los partidos tradicionales en forma directa o con alianzas.
El Centro Democrático se destaca como el ganador de los resultados correspondientes a las Juntas Administrativas Locales.
Con razón el expresidente Gaviria, según la revista Semana, considera que el Partido Liberal “de lejos somos el partido más votado”.
La gran pregunta es si este resultado electoral es, realmente, producto de los desaciertos de la izquierda en el gobierno o si fue esta especie de resurrección de las fuerzas tradicionales la que los puso en su lugar político. Es que asombra cómo los diferentes canales de televisión presentaron los resultados electorales sin hacer alusión alguna a los partidos políticos. Increíble, ¿quién pudo dar, esa orientación, o mejor esa desorientación?
Se puede afirmar que esta derrota de la izquierda fue autoinfligida. Desde muy temprano eran notorios los comportamientos que iban en contravía de una cultura política que se ha preservado en Colombia, no obstante, los fenómenos de violencia, una manera de ser y de actuar que no se reconocía en estos catorce meses de gobierno. Colombia ha tenido unas fortalezas que la distinguen de otros países de la región y ha contado con unas instituciones que respetamos y unos procedimientos y maneras que valoramos. Todo ello nos da confianza, no obstante las limitaciones y errores muy grandes que se han cometido en el pasado. Aunque parezca que estos elementos de la cultura política son frágiles o insignificantes, creo que ellos, realmente, constituyen un marco de acción que los ciudadanos esperamos que se respete.
¿Las acciones y hasta las omisiones que han caracterizado nuestra historia serán sostenibles durante este período de gracia, anterior a las elecciones presidenciales de 2026?
¿Serán sostenibles las que produjeron este fracaso electoral de la izquierda?
Si los escenarios que se describen al comienzo se hubieran materializado, ¿alguien dudaría hoy de un triunfo muy probable de la izquierda en el 2026 y en los años siguientes?