Lo que sucedió la semana pasada con el borrador del documento Conpes, que planteaba una serie de propuestas para flexibilizar el mercado laboral, es a la vez patético y aleccionador.
Patético, pues es difícil recordar en la picaresca administrativa del país un episodio tan lamentable. Planeación Nacional prepara y divulga un documento muy completo sobre las medidas que deberían tomarse para reactivar el crecimiento y el empleo que, como sabemos, van a quedar destrozados con la pandemia. Y es Planeación misma la que lo divulga profusamente entre los medios.
El documento tenía un capítulo muy serio sobre las medidas que se deben adoptar con relación a uno de los temas más cruciales: la flexibilización del mercado laboral. Por diversas razones, los costos que acarrea la generación de un nuevo puesto de trabajo en Colombia son de los más altos de la región. Y cuando vayamos a rescatar de las cenizas el mercado laboral destrozado que nos dejará la pandemia, éste, sin lugar a duda, será uno de capítulos obligados que tendremos que enfrentar. En cierta manera las propuestas de Planeación que aparecían en este borrador del documento Conpes constituían la primera cuota de la tan esperada reforma laboral.
Pues bien: a las pocas horas de haber sido divulgado el documento aparecieron las primeras críticas. No hay propuesta sobre temas de fondo que no suscite aplausos y reproches en una sociedad conflictiva como la nuestra. Y ante estos primeros fogonazos, Planeación Nacional procedió temblorosa a retirar los trozos conflictivos del documento. Aduciendo que no lo había leído aún el Presidente ni el gabinete, que apenas era un borrador, que solo era para recoger opiniones del público, etc. Es decir, se asustó con la piel del tigre que ni siquiera habían matado aún.
El episodio también es aleccionador. Una entidad tan importante como Planeación no puede salir a decir que cuando hace una propuesta no es la voz del Gobierno la que habla. Ni puede tampoco, al primer gruñido, salir corriendo y no enfrentar el debate. Los temas se aclimatan es con la discusión pública: no con el silencio. En este caso, se trataba de un asunto que resulta fundamental para el futuro del mercado laboral del país: ¿Cómo es que vamos a bajar los costos astronómicos que tiene la generación de empleo en Colombia?
Lo más grave de este episodio de polichinela es que quizás se haya malogrado antes de empezar la posibilidad de iniciar el gran debate de la reforma laboral que espera el país. No va a ser fácil retomar el tema luego de esta salida temerosa de Planeación Nacional. A la cual, no es difícil adivinar, le debieron jalar las orejas desde la Casa de Nariño. El capítulo de la flexibilización laboral hacía parte de un documento más amplio del Conpes dedicado a recapitular todas las políticas que se pondrán en marcha para recuperar la economía. Pero parece que fue tal el regaño presidencial que el capítulo de flexibilización laboral corrieron a sacarlo del documento que estaba colgado en la página web de Planeación.
Pues tal es el estilo presidencial. Cualquier acción de política pública que genera puntos de vista encontrados, que no satisfaga a todo el mundo, prefiere esquivarla en vez de afrontarla. Olvidando que el oficio de gobernar es imposible ejercerlo bien si se pretende darle gusto a todo el mundo.
Este episodio del malogrado documento Conpes hace parte de la tradición de las iniciativas gubernamentales que, una vez hechas públicas, se desmontan desde la casa presidencial con un trino o con un regaño. Recordemos que esto mismo le pasó al ministro de Hacienda con algunas de sus iniciativas tributarias concernientes al IVA. Lo cual, además, trasluce grave descoordinación al interior del Gobierno.
Por último, este episodio demuestra también por qué no vamos a tener reformas estructurales en lo que queda de este Gobierno: si no se atreven a frentear temas delicados como los que implican reformas de suyo difíciles como la fiscal, la pensional, la de temas laborales (a la que se refería el reversazo de Planeación Nacional), es obvio que todos estos asuntos quedarán para el próximo gobierno. O sea, para dentro de tres o cuatro años.
Abdón Espinosa Valderrama solía decir a sus colaboradores: “no olviden que gobernar es apurar”. Sabio consejo que hemos ignorado por completo.