Tres millones de pesos | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Mayo de 2021

Todos los que tenemos empleados tenemos la obligación de preguntarnos si con el sueldo que les pagamos pueden vivir decentemente. Hice un ejercicio con los míos a finales del año pasado y llegué a la conclusión de que hay que buscar la manera de ser realmente justo con ellos. Esa justicia tiene que ver con que ganen por lo menos tres millones de pesos. De no ser así, alguna o algunas de sus necesidades básicas, no estará satisfechas: arriendo o cuota de pago al banco por su vivienda, alimentación, servicios públicos, transporte, vestuario y aseo, dotación escolar o universitaria en institución pública y una ida a cine de vez en cuando. Esos tres millones es lo que requiere una familia de tres o cuatro personas y la idea es que los consiga uno de ellos o entre los dos padres de familia y quizás uno de los hijos. Pero con menos dinero, se vive muy mal.

Los gobiernos y el coro de los economistas de siempre nos han vendido la idea de que no es posible ofrecer, en general, sino un salario mínimo a la mayoría. Y esto quizás nos ha vuelto miserables a la hora de ser justos con las personas. Si nos obligaran a algo mucho mayor, seguramente todos nos esforzaríamos por ser mucho más productivos y no pagar semejante miseria a la gente. Gritan entonces los economistas: no seremos competitivos, no podremos exportar, tocará botar a la calle a mucha gente. Nunca dicen que sería importante que los de arriba no ganen tanto, que repartan un poco mejor, que se bajen los privilegios los de siempre. Y ahí estamos encerrados en una cárcel de pensamiento que no nos deja ser justos ni equilibrados, sino más bien unos aprovechados.

Debería ser un propósito de todos poner en la billetera de toda familia al menos tres millones de pesos mensuales en efectivo, no en bonos, ni subsidios, ni mercados. Que todos pongamos: empleadores, Estado, Cajas de Compensación (bajándole a sus obras faraónicas) y todo el que pueda. Es hora de revisar gastos del Estado tan absurdamente elevados como el presupuesto militar si ya se acabó la guerra. Esa plata debe ir al ciudadano más necesitado. Es inútil seguir dando boronas a la gente porque la población se cansó de aguantar, de ser transportada como ganado en el transporte masivo de las ciudades, de suplicar de rodillas para que las empresas de salud y de seguros las atiendan como ciudadanos y no como pordioseros, etc. Estamos ahora ante dos posibles revoluciones: la de la piedra, que ya está en marcha, o la de las grandes decisiones económicas de todos -no solo del Estado y su gobierno de turno-, a favor de los pobres, que nos ahorraría piedra, patadas, heridos y muertos. Último llamado.