“Perdoná que al evocarte se me vierta un lagrimón…”.
Del tango: “Melodía de arrabal”.
Aunque en la famosa opera “Evita” ella pide que “no llores por mi Argentina”, lo que está sucediendo por estos días con la economía del país austral merece al menos un lagrimón como en el conocido tango.
En las próximas semanas se vence el plazo para que la Argentina devuelva gran parte crédito que por US $44.000 millones obtuvo el gobierno Macri del FMI en 2018. Los primeros vencimientos son a comienzos del 2022 y ascienden a US$ 19.000 millones. Las reservas en moneda extranjera del Banco Central están completamente agotadas. Resulta imperioso entonces una renegociación del crédito con el organismo internacional, pues de lo contrario entraría en incumplimiento de pagos de consecuencias insospechadas. Es una carrera contra el tiempo la que se desarrolla en estos días entre el gobierno peronista y el FMI. La tan conocida tragedia argentina de los esfuerzos agónicos para evitar una masiva bancarrota en su crédito internacional se repite una vez más.
En esta ocasión el sainete crediticio ha tenido un nuevo ingrediente: el FMI ha publicado una evaluación expost sobre la manera como se manejó el cuantioso crédito que recibió el gobierno Macri. Las conclusiones son desoladoras: no se tomaron las previsiones suficientes para evitar que una buena parte de ese crédito acabara financiando la fuga de capitales como sucedió; no se tomaron las medidas estructurales de ajuste que se suponía debía adoptar la Argentina; el déficit inflacionario siguió atizando la inflación y, en líneas generales, el gobierno Macri le dio un manejo descuidado al ajuste macroeconómico que, se suponía, debía acompañar la recepción de este crédito (uno de los más cuantiosos que jamás había otorgado el FMI). El Fondo también reconoce que no vigiló con suficiente esmero la marcha del acuerdo.
Naturalmente, este informe autocrítico del FMI cayó como una bomba política en Buenos Aires. Desde hace varios meses el gobierno Fernández venía acusando a su antecesor del agobiante endeudamiento que había encontrado. Crédito que Macri según este informe negoció mal y gerenció peor. Ahora es el propio Fondo el que así lo reconoce. El gobierno peronista ha hecho de este informe, como era de esperarse, un verdadero caballo de batalla contra el partido de Mauricio Macri.
En el entretanto, la inflación sigue rondando el 50% (una de las más altas del mundo); el Banco Central de Argentina sigue financiando con créditos de emisión gasto público; los créditos del banco central para financiar gasto público valen más que el recaudo de impuestos que son insuficientes para financiar los programas de gastos (con lo cual siguen imponiendo tributos descabellados a las exportaciones agropecuarias, como la carne); en los últimos esfuerzos desesperados para controlar la inflación han impuesto precios administrados a más de 1.500 productos esenciales ( estrategia que naturalmente, no ha funcionado); el diferencial entre el dólar oficial y el callejero alcanza un 100% ( señal de que la gente cree que se puede acercar una macro devaluación del peso); y mientras tanto la pobreza alcanza límites que nunca había registrado Argentina.
En las próximas semanas se debe concluir la negociación con el FMI dentro de un clima caldeado en la política interna. La oposición -que le ganó al peronismo las últimas elecciones- acaba de negarle al presidente Fernández el presupuesto para el año entrante. Y ha exigido que el programa de ajuste que se acuerde con el FMI debe ser aprobado por el congreso, donde la señora Kitchener socia del presidente Fernández ya ha dicho que no quiere ver por ninguna parte la palabra “ajuste”, que será justamente lo que exigirá con mayor fuerza el FMI como requisito para restructurar los créditos argentinos.
No llorar por la Argentina; pero si al menos, verter un lagrimón como en el famoso tango.