Un nuevo sofisma | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Diciembre de 2020

Cuando Hernán Cortés tomó Tenochtitlán en 1521 comenzó la destrucción de la ciudad con el desmantelamiento del recinto sagrado: el Templo Mayor; sobre sus ruinas y con parte de sus piedras y esculturas utilizadas como bases, comenzó la construcción de la ciudad colonial. El propósito se llevó a cabo del tal forma que solo hasta el Siglo XX se halló una esquina de lo que había sido el templo y por allí se redescubrió la ciudad mexica. Para los mexicas el Templo Mayor simbolizaba la presencia del centro del universo. Y la construcción de la ciudad virreinal fue a la vez la forma de destruir el pensamiento del mundo indígena.

La imposición del vencedor simboliza el permanente esfuerzo por borrar la historia, por dejar sin identidad y referentes a los vencidos con el propósito de que no puedan recuperar su centro, su lugar. Esta herencia colonial de una u otra forma tiende a reproducirse y le subyace la idea que quién gana tiene su tiempo y lugar para dejar su obra.

La ciudad ha sido representación y reconfiguración de la humanidad, y en este sentido la caracteriza y trasciende. Y nos deja leer su historia a través de sus distintas capas. Sin embargo, la ciudad contemporánea, es decir la que construimos desde la revolución industrial nos llevó a la que el gran arquitecto Rem Koolhaas llamó La Ciudad Genérica (1997), al preguntarse si todas las ciudades contemporáneas eran como los  aeropuertos contemporáneos: “todas iguales.” Concluyendo: “Es la ciudad sin historia. Si se queda demasiado pequeña, simplemente se expande. Si se queda vieja, simplemente se autodestruye y se renueva.”   

En este sentido, en Colombia pronto se eludió el problema de la continuidad de las políticas públicas, -Siglo XIX: sucesión de proyectos sin continuidad- introduciendo recientemente un lenguaje vacuo y de tintes marcadamente electorales con una especie de nuevo sofisma que se presenta como lema de confianza en el gobernante: “construir sobre lo construido.” Esgrimido para dar parte de tranquilidad y reducir controversias. Es decir, la promesa de que continuará. Y usualmente está referido a obras de infraestructura o programas que por su naturaleza requieren trabajo colectivo durante varios mandatos, como una hidroeléctrica, un metro o la paz.

Sin embargo, como sofisma al poco tiempo y ante los hechos pronto genera polémica y cuestionamientos por no dar continuidad. Por ejemplo, en Bogotá el metro elevado sepultará literalmente al metro subterráneo, es una prolongación simbólica de una ideología que se impone en la ciudad, sobre todo a través de la infraestructura; la cual como dice Koolhaas ya no es una respuesta a una necesidad sino una arma estratégica de la competencia económica y política. Los proyectos de renovación urbana que arrasan son otra amenaza. Y este tipo de problemas e imposiciones se reproducen a lo largo del país, afectando el patrimonio natural y cultural.

El arquitecto Francisco de Gracia en Construir en lo construido (1992) referido al patrimonio arquitectónico, plantea que toda intervención inevitablemente es una modificación y propone una forma para no destruir construyendo. Por eso cuando alguien recite: “construir sobre lo construido”, ¡cuidado! puede estar anunciando una tumba.

@Fer_GuzmanR