Un preludio siniestro | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Enero de 2025

Continuar criticando a Gustavo Petro es como aplicar analgésicos a un dolor insoportable que ya no tiene remedio. En este caso, el paciente no reacciona, o peor aún, no quiere reaccionar. Después de dos años y medio en el poder debemos aceptar que la enfermedad que lo aqueja es terminal y prepararnos para encontrar a quien pueda reconstruir lo que Petro ha destruido. Porque, lamentablemente, lo que queda en pie es muy poco.

En 2025, seremos testigos de la agonía del sistema de salud, hoy en cuidados intensivos gracias a la irresponsabilidad con la que este gobierno ha manejado uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad: la salud y la vida. Petro y su ministro Jaramillo recurren al cinismo para justificar su ineptitud, lanzando mentiras como simples paliativos para un cuerpo institucional moribundo. Lo más grave es que los recursos necesarios para salvar el sistema han sido consumidos por la corrupción y el despilfarro. Aún más indignante resulta escuchar, después de haber cruzado más de la mitad de su período en medio del desgobierno, Petro sigue culpando a sus antecesores de los desastres que él mismo ha generado.

La seguridad y el orden público atraviesan un colapso similar. La fracasada “paz total” no es más que un espejismo que encubre el fortalecimiento de los grupos criminales. Mientras el gobierno juega a los diálogos sin sentido, estos grupos incrementan sus actividades ilícitas: masacres, secuestros, reclutamiento de menores y narcotráfico, además de otros delitos. Ante esta realidad desgarradora, el país reclama liderazgo y autoridad, pero Petro no escucha, no quiere escuchar, no le interesa escuchar. Vive encerrado en su burbuja, en un mundo paralelo en medio de las estrellas del universo, donde los problemas parecen no existir.

Como si esto no fuera suficiente, el sistema electoral también está bajo amenaza. Petro apunta al corazón de la democracia: la Registraduría. Reducirle los recursos a la entidad encargada de garantizar elecciones libres y transparentes es un golpe directo al sistema. La advertencia de la entidad sobre la imposibilidad de realizar elecciones atípicas en Puerto Guzmán, Putumayo, por falta de presupuesto, es solo un pequeño campanazo de alerta. Si no actuamos con firmeza, el caos electoral será la antesala de una democracia debilitada, lista para ser manipulada, y propiciarle un golpe mortal.

Y no podemos ignorar la actitud servil de Petro ante el dictador Nicolás Maduro. Su complacencia frente al régimen venezolano levanta serias sospechas sobre las intenciones de replicar ese modelo autoritario en Colombia. La complicidad de Petro con las prácticas tiránicas de su vecino deja claro que el camino hacia un régimen perverso comienza con el debilitamiento institucional. Y en Colombia, ya están acabando con todo.

No estamos exagerando cuando advertimos sobre la destrucción de la democracia y la institucionalidad. Las evidencias hablan por sí solas. Si Maduro, el espejo en el que Petro se mira, afirmó que ganaría “por las buenas o por las malas” y lo hizo por las malas, ¿acaso es descabellado pensar que ese libreto podría replicarse en nuestro país?

Hoy más que nunca debemos mantenernos vigilantes y despiertos. Los movimientos de este gobierno muestran un patrón inquietante, un preludio de algo más siniestro. Colombia necesita reaccionar antes de que sea demasiado tarde. La historia nos juzgará y la realidad nos castigará o premiará, por nuestra pasividad o por nuestra resistencia y resiliencia.

@ernestomaciast