Vicente Torrijos R. | El Nuevo Siglo
Martes, 23 de Diciembre de 2014

PLANETARIO

Trauma imperial

 

Entre   los personajes más interesantes del año, Barack Obama es el que más atrae por las contradicciones en que ha incurrido, las frustraciones que ha causado y las necesidades que está generando en la potencia global preponderante.

Mientras el Papa Francisco revitaliza a su Iglesia, Mariano Rajoy protagoniza el milagro económico español, y Nicolás Maduro se convierte en el nuevo símbolo del despotismo dictatorial en el hemisferio, Obama pasa a ser algo así como el banderín que simplemente se acomoda al soplo de los vientos.

En el inicio de su mandato, él emprendió una poderosa campaña de diplomacia pública destinada a mejorar la proyección de la superpotencia en Medio Oriente, hizo un llamado al diálogo y hasta hubo quienes le consideraron padre de la 'primavera árabe'.

Lo cierto es que mientras se sumergía en la ingenuidad de una nueva era basada en el diálogo y la comprensión entre las culturas, multitud de grupos terroristas germinaban en ese caldo de cultivo de tal modo que dar de baja a Osama Bin Laden solo sirvió para constatar que centenares de organizaciones híbridas se multiplicaban en el Magreb, Somalia, Mali, Libia, Nigeria, Irak y Afganistán donde, lejos de acabar con las guerras, éstas adoptaron nuevas facetas cada vez más graves.

Sin poder controlar la amenaza nuclear iraní, ni el constante desafío norcoreano, Obama ha ido viendo cómo el despotismo venezolano se consolidaba gracias a su política benevolente y suavizante, mientras en el Levante la poderosa organización "Estado Islámico" lo obligaba a formar una coalición internacional y a "entrar en guerra" contra un fantasma que si alguna particularidad tiene es que recluta jóvenes europeos o norteamericanos para radicalizarlos y entrenarlos a fin de que algún día regresen a sus países de origen para sembrar el terror en sus propias calles.

En pocas palabras, el Presidente que fue elegido bajo el esperanzador eslogan del "Yes, We Can" ha puesto en evidencia que el populismo étnico no soluciona nada; que la complacencia con las tiranías recrudece los males y que un imperio traumatizado es un imperio inoperante, poco confiable y deprimente que de la noche a la mañana puede perder puntos estratégicos esenciales como Crimea, el Este de Ucrania, Libia y Siria, sin contar con la penetración rusa en Cuba, Venezuela y Nicaragua.