VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Septiembre de 2013

Buenos vientos (I)

 

El  Papa Francisco no está inmóvil, no está conforme, no está solo. Él es plenamente consciente de la realidad de nuestra Iglesia. Él conoce muy bien los peligros del carrerismo, el pelagianismo, el gnosticismo panteísta, el cabildeo, la politización, las desviaciones de conducta, la corrupción y el ensimismamiento. Por esa razón, él traza un rumbo nuevo inspirado en la línea maestra que con su enseñanza se hace aún más atractiva: misericordia-y-parusía.

De tal modo, este Papa, "el misericordioso", no necesita que el cardenal Dolan le pida menos palabras, más acción; ni que el saliente cardenal Bertone se haya sentido rodeado de víboras y buitres; ni que el cardenal Cipriani, desde Lima, sostenga que es ingenuo armonizar con la genuina teología de la liberación. Lo único importante es que los nuevos vientos van soplando y poniendo en su sitio las cosas a su paso.

 

De hecho, Francisco está reconstruyendo el IOR, está desterrando la corrupción en el manejo financiero de la Santa Sede y con la comisión de cardenales consejeros rediseñará la Curia para que la Iglesia salga del encierro y vaya al encuentro de los fieles. Las señales no pueden ser más claras. El otro día ordenó que las casas y conventos vacíos o dedicados a la industria del turismo debían ponerse al servicio del que sufre, del inmigrante que padece en suelo ajeno.

Asimismo, ha comenzado a desmontar el "lobby gay" que estaba paralizando al Vaticano y al amparo de la frase "¿Quién soy yo para criticar a los homosexuales?", no le tiembla el pulso para erradicar los quistes sin importarle el color, la forma o el tamaño que tengan.

 

Por otra parte, Su Santidad está empeñado en encontrar "otra vía" para el grave problema de las "segundas nupcias", es decir, la discriminación tan injusta en que se hallan los católicos que, divorciados y vueltos a casar, no pueden acceder al sacramento de la comunión.

Y con el cardenal Müller de la mano, Francisco está desmitificando el Santo Oficio, de tal forma que al acoger al teólogo Gutiérrez -nunca condenado por la Congregación- le da a la teología de la liberación el valor que tiene en el contexto de la usualmente olvidada Instrucción Libertatis Nuntius, de 1984, cuya lectura sigue siendo inmensamente constructiva, sobre todo para los estudiosos de la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales.

(Continuará).