VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Diciembre de 2013

Acción de Gracias

 

Queridos  lectores: hoy quiero contagiarles mi profundo compromiso con el día de Acción de Gracias. Como todos sabemos, al dar gracias estamos adorando a Nuestro Señor, le decimos que en todo momento actuamos en su nombre, que fortalecemos su obra y que solo es suyo todo el poder, el honor y la gloria.

Qué hermosa es la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses (3: 12-17) cuando nos indica que, "... Todo lo que puedan decir o hacer, díganlo y háganlo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por intermedio suyo”.

Por eso, queridos lectores, debemos celebrar todos nuestros logros o desdichas con alegría y festivamente porque así es como Dios quiere que le sigamos, llenos de desbordante regocijo. Así que cuando celebramos y brindamos, recobramos bríos, nos solidarizamos, lo adoramos y nos lanzamos hacia una meta nueva. Meta nueva que Él nos ayudará a lograr porque, en el fondo, lo que buscamos es acrecentar su gloria, o sea, que cada triunfo que obtenemos solo tiene sentido si es... ¡para la mayor gloria de Dios! 

Recordemos, por ejemplo, cómo lo hizo Nehemías (12: 27) cuando reunió a dos grandes coros para dar gracias a Dios por su ayuda en la reconstrucción del muro. Él no lo hizo encerrado en sí mismo y tristemente.  Por el contrario, "... Cuando llegó el momento de dedicar la muralla, buscaron a los levitas en todos los lugares donde vivían y los llevaron a Jerusalén para celebrar la dedicación con cánticos de acción de gracias al son de címbalos, arpas y liras”.

De tal manera, dar gracias a Dios es un acto muy puro, el de mayor entrega como católicos, pues nos rendimos ante su infinito amor, lo reconocemos, lo acogemos y lo renovamos. Es por eso que dar gracias es un acto de salvación.  

Ya para terminar, recordemos que solo dando gracias, es decir, multiplicando el bien, podremos aspirar a más favores y comprometernos a proseguir la obra con afecto, con generosidad y dando lo mejor de nosotros mismos. Dicho brevemente es importante reunirnos en familia un mes antes de la Navidad para departir, orar dulcemente y proponernos a cumplir con lo que nos sugiere Isaías (12: 4): "... En aquel día se dirá: Alaben al Señor, invoquen su nombre, den a conocer entre los pueblos sus obras y proclamen su grandeza”.