VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Enero de 2014

Releer a Gates (3) 

 

7- En ese sentido, el liderazgo responsable y honrado debe impulsar y estar impulsado por la franqueza ; pero muchos dirigentes evaden tal franqueza porque supone críticas, es decir, pensamiento crítico y mente abierta para el contraste constructivo.

En tal sentido, Gates ha sostenido que cuando algunos sectores suscitaban problemas de fondo, él no tenía obstáculos en cambiar de parecer y hacía público el hecho para no caer en errores que luego podrían ser muy costosos para el orden político-institucional.

8- Pero, claro, en esta dinámica, la franqueza exige autoconfianza, esto es, que el líder delegue sin temores más allá de su estrecho círculo íntimo de consejeros porque no tiene nada que ocultar ni qué tergiversar y, sobre todo, porque no tendrá que verse luego en la necesidad de alterar la realidad para acomodarla al curso que vayan teniendo sus maniobras clandestinas.

9- Por ende, el dirigente que es un verdadero estratega no puede romper la unidad de criterios para favorecer a los adversarios, sobre todo si se trata de perpetradores de crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra.

En esa visión integral, un líder no podrá cometer mayor error de cálculo que inducir una disonancia estratégica en el sistema de seguridad y defensa impulsando por un lado la lucha contra el terrorismo pero complaciendo, por otro, a los delincuentes con privilegios políticos, concesiones territoriales, control poblacional y, sobre todo, impunidad.

10- Tales paradojas y disonancias crean brechas insalvables entre el director y los conductores de la estrategia, a tal punto que, por cortesía, respeto o decencia, muchos subordinados preferirán guardar silencio confiando en que los pocos opositores políticos genuinos harán la tarea de revelar los errores de cálculo en que se está incurriendo.

11- No en vano, Gates deja ver lo enormemente preocupante que resulta un presidente que no confía en sus propios jefes militares, que desvirtúa la amenaza al considerar que la guerra que se libra no debería estar librándose, o que maneja la seguridad y la defensa con criterios político-partidistas y no con base en los intereses nacionales imperecederos.

12- En consecuencia, cuando un dirigente llega al punto de preocuparse exclusivamente por el cómo anunciar el fin de una guerra y retirarse, replegarse o complacer al agresor, el destino de la democracia queda, inevitablemente, en manos de los delincuentes que se convierten, a largo plazo, en los agentes de las transformaciones sociales que, como es apenas natural, la población siempre reclama.