Vicente Torrijos R. | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Enero de 2015

DDR

 

El presidente Santos les ha dado instrucciones a sus negociadores para que discutan desde ya el cese el fuego y de hostilidades bilateral y definitivo con las Farc.

En principio, esto es lo que estaba previsto, no significa nada nuevo, y solo se había retrasado por el secuestro del general Alzate.

En efecto, el problema es de tiempo. Por un lado, Santos quiere firmar cuanto antes el Acuerdo Final que pensaba tener listo en diciembre. Convencido de que el llamado “posconflicto” quedará en manos del siguiente presidente, su peor pesadilla es terminar el segundo período sin la firma.

Por otro, las Farc, que conocen perfectamente a su contraparte, le manipulan y condicionan. Le dicen que no corre prisa, que no debe haber presiones y que el Acuerdo tardará cuanto tenga que tardar. Sin embargo, los comandantes guerrilleros tienen pretensiones muy precisas. Si quieren penetrar el Estado sin romper su identidad político-militar, o sea, sin entregar las armas, tienen que crear unas condiciones mínimas, una base social y un aparato o movimiento revolucionario que les sirvan de garrocha.

 Tales condiciones significan, en la práctica, cese unilateral del fuego. De hecho, las Farc saben que ganan más sin dar combate que enfrentándose a diario a unas FF.MM. cada vez más sofisticadas, así que cese el fuego unilateral significa evadir el combate para darle un uso distinto al fusil. Dicho de otro modo, las Farc complacen formalmente al Presidente (sin haber sacrificado nada) y éste las recompensa con el llamado “desescalamiento” y la discusión acelerada del cese bilateral que ellas tanto anhelan.

Y si lo anhelan tanto es porque desescalar significa que las FF.MM. tendrán que dejar de bombardear en ciertas zonas críticas del territorio. Y cese bilateral significa lo mismo, pero a nivel nacional. 

En definitiva, todo consiste en saber si los afanes de Santos lo llevarán a comprometerse en todo aquello sin exigir nada a cambio, o si se esforzará por lograr un Acuerdo Final que se traduzca en verdadero cese de hostilidades. En otras palabras, saber si defenderá los intereses nacionales verificando que las Farc transiten por la senda del auténtico DDR : desmovilización (concentrándose en zonas delimitadas), desarme (renunciando a la violencia) y reintegración (entregando las armas, purgando penas y reparando tangiblemente a las víctimas, más allá del simple simbolismo).