VÍCTOR CORCOBA HERRERO | El Nuevo Siglo
Jueves, 26 de Julio de 2012

España en el abismo

 

España no tiene futuro alguno mientras siga con la política de recortes a la clase trabajadora más débil y la casta de políticos mediocres, que abundan como las cucarachas, sigan instalados en los pedestales de dirección, incapaces de generar confianza y entusiasmo. Las calles y plazas del país son un fiel reflejo del clima de desasosiego y desconfianza que se vive.

¿Para qué tantos gobiernos y tantos asesores de gobiernos? ¿Para qué tantas fuerzas sociales si no emergemos de la bancarrota? Para vivir en el permanente fracaso, tampoco hacen falta tantos gestores, ni tantas instituciones alrededor del euro. Una moneda que no despunta, ni va a despuntar, mientras no se actúe con transparencia y con objetivos marcados por la solidaridad europeísta.

No más recortes a los trabajadores. ¡Ya está bien! Son los que están pagando los aprietos financieros de España, las contrariedades de sus políticos en buena parte, los derroches institucionales. Al final, los rescates tampoco son la solución, puesto que el drama de la deuda autonómica asfixia al país. La cuestión es que no hay dinero en las arcas públicas, porque se ha dilapidado y habría que pedir responsabilidad por todo ello. Caiga quien caiga. Para los servicios públicos básicos si tiene que haber dinero, lo que sucede es que hay muchos agujeros por los que se siguen derrochando caudales públicos. Una de esas brechas insostenibles viene propiciada por el reparto territorial del Estado, con multitud de cargos repetitivos hasta la saciedad.

Hace tiempo que los políticos españoles han perdido el respeto por la ciudadanía y esto es lo más grave que le puede pasar a una nación. Son una mayoría incompetente, -líbrese el que pueda-, que engañan permanentemente, que esconden sus miserias y se tapan unos a otros. En taparse la corrupción sí parece haber consenso. Hoy por mi, mañana por ti. Y como decía aquel sindicalista de otro tiempo, tan cercano y tan vivo, Marcelino Camacho: “los trabajadores seguimos siendo el pariente pobre de la democracia”. Ciertamente, en esto no hemos avanzada nada.

Multitud de personas en España han hecho de la política, no el mayor servicio, sino el mayor negocio para sus vidas, la de los suyos y la de sus descendientes. ¿Cómo reducir, pues, las instituciones cuando abundan tantos intereses por este poder? 

El desconcierto es tal que empieza a notarse en el ambiente un aluvión de preocupaciones que no se van a calmar ni con una cascada de rescates. Cuidado, que un pueblo descontento y desesperado, es una fiera de múltiples cabezas. Puede comenzar a pedir cuentas a los líderes de los gobiernos que les han llevado a la ruina. Cuando menos, estas multitudes inquietas deben ser escuchadas.

Téngase en cuenta que la democratización de un país no es cuestión de una ciudadanía pasiva. Los datos ahí están. Por primera vez, los niños, son el colectivo más pobre en España. Según datos recientes de Unicef, la pobreza crónica de la infancia ha crecido en un 53% en tres años. También, mujeres que se habían reinsertado en el mercado laboral, se ven forzadas a volver al mundo de la prostitución. Asimismo, España registra la tasa de desempleo más elevada de la Unión, con las consabidas desigualdades que esto genera. Es hora de repensar, pues, nuevos caminos, sabedores de que un país donde queden impunes los corruptos, todo termina por hundirse en el abismo.

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