Víctor G. Ricardo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 29 de Julio de 2015

“Información debe ser transparente y fluida”

VERDAD Y JUSTICIA

¿Diálogo de sordos?

 

LOS  verdaderos garantes de los diálogos de La Habana deben ser los colombianos, en especial aquellos que viven en las regiones pues es allí es donde se vive un ambiente de paz o un ambiente de guerra. Esa responsabilidad se puede dar en la medida en que la información del avance de los diálogos sea transparente, permanente  y fluida por parte del Gobierno nacional. Esa información no puede estar limitada por circunstancias distintas de la ineludible reserva necesaria para proteger la confianza y la seguridad del proceso, porque eso lleva a que se hable de paz y se viva en la guerra. Y por supuesto de inmediato la opinión pública se siente defraudada del proceso, para no decir desengañada o frustrada.  

El país quiere saber con exactitud de los tres puntos que se ha dicho que se han acordado, cuáles son los subtemas o asteriscos a los que no se llegaron a un acuerdo y fueron aplazados para retomarlos al final de los diálogos. Y necesita saberlo porque es la única manera de ir midiendo los avances y la real perspectiva de la mesa de La Habana. Y las regiones a su vez pueden ir entendiendo las repercusiones de los que viven todos los días en la provincia.

Si somos sinceros en el pasado tenemos que aceptar que en buena medida los diálogos de paz han fracasado en Colombia porque en muchas oportunidades los diálogos  han sido 'un diálogo de sordos'. Es fácil posar  de intransigente y de duro cuando no se tiene un hijo secuestrado por servirle a la patria o por sustraerle dinero a la familia; cuando no se vive el dolor de la muerte por violencia en el campo y en la horrible inseguridad de las ciudades , cuando no se ha sido torturado, desaparecido o se padece persecución.  Es muy fácil oponerse a la paz cuando no se está desempleado ni hay la angustia de educar a los hijos, salvar la parcela o la vivienda o la salud de la familia.  Es muy fácil ser irresponsables frente a la paz cuando el horizonte de la vida está despejado. Por eso hay que hacer lo posible para que cese el holocausto y el campo vuelva a florecer y las ciudades a ser seguras y que lo que gastamos en la guerra lo podamos dedicar a darle un futuro a la juventud y una tranquilidad para la vejez. Todo esto enmarcado en un resultado ceñido a la verdad, a la justicia, en la  que se tengan en cuenta  las víctimas. Paz sin verdad ni justicia no es una paz verdadera ni duradera.